Gonzalo Duque Escobar

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El pasado miércoles la NASA lanza con éxito desde el Centro Espacial Kennedy de Cabo Cañaveral, el cohete SLS (Sistema de Lanzamiento Espacial), de 98 metros de altura y el más poderoso que haya construido, junto con la nave espacial Orion acoplada para la misión Artemis I del nuevo programa de exploración lunar, concebido para el posterior envío de astronautas a la Luna y el establecimiento de una base lunar. Esto, pese a que antes se había tenido que retrasar cuatro veces el lanzamiento, por razones técnicas y causas meteorológicas, aunque durante la preparación del despegue la NASA detectó una “fuga intermitente” de hidrógeno líquido en la válvula de reabastecimiento ubicada en la etapa central del cohete, lo que se subsanó enviando un “equipo rojo” de especialistas a la plataforma para ajustar a tiempo los conectores.
La promoción del ambicioso y esperado programa, cuyo objetivo es regresar después de medio siglo con los humanos a la Luna y establecer una base de apoyo para colonizar el satélite y luego llegar a Marte, estuvo a cargo de la astronauta de la NASA Kayla Barron, quien recientemente regresó de la Estación Espacial Internacional (EEI) con la misión conjunta Crew-3 de SpaceX y la NASA, e incluyó un saludo para la misión lunar Artemis I de la ingeniera Joann Morgan del Apolo 11 que fue la primera misión de la historia en llevar a un ser humano a que se posara en la Luna en 1969. Recuérdese también que la última misión de la NASA en la que sus astronautas pisaron la Luna, se remonta a Apolo 17, la que se llevó a cabo entre el 7 y 19 de diciembre de 1972.
Dos horas después de este lanzamiento, tras separarse del cohete SLS, la Orión continuará de forma autónoma un recorrido de 2,1 millones de kilómetros durante los 42 días de la misión no tripulada, para continuar con su objetivo tras poner a prueba el citado cohete que tuvo un 15% de mayor potencia que los Saturno usados en las misiones Apolo, y que costó unos 4.000 millones de dólares por estar equipado con cuatro motores criogénicos de propergoles líquidos RS-25, como los usados en el Transbordador Espacial de la NASA y que regresan para las misiones Artemis. De igual forma, se medirá la capacidad de la nave Orión, en la que podrán viajar cuatro tripulantes -uno más que en la Apolo-, con reservas de agua y oxígeno para 20 días de viaje.
También lleva Artemis I diez mini satélites CubeSats de investigación, los que se desplegarán para tomar varias trayectorias tras la partida de Orión hacia su órbita lunar, entre ellos el LunaH-Map, una pequeña nave que producirá un mapa detallado de porciones de la superficie lunar, mediante el uso de  pia de neutrones. Después de la salida, además de sobrevolar la superficie lunar a una altitud de 100 km y luego entrar en órbita a más de 61.000 kilómetros del satélite, a Orión le espera a su regreso otra dura prueba: amortiguar la velocidad de 40.000 km/h con la que alcanzará la atmósfera terrestre, en un momento en que soportará hasta 2.760 grados centígrados de temperatura, para luego descender con el apoyo de once paracaídas y amarizar frente a las costas de California (EEUU).
Si la Orion de Artemis 1 es el fruto del trabajo de más de 30.000 personas, liderado por los Estados Unidos que ha fabricado la cápsula donde viaja la tripulación, igualmente es el resultado de la cooperación internacional: allí, la Agencia Espacial Europea (ESA) fue responsable de la construcción del módulo de servicio, que además de propulsión y electricidad con energía solar en otras misiones proporcionará oxígeno y agua a los astronautas, mientras que la francesa Airbus SAS, además de producir las unidades de control térmico de la nave, ha sido el principal contratista del módulo espacial donde se han requerido 3.000 trabajadores. Además, si a Artemis I le seguirá en 2024 Artemis II que con cuatro astronautas a bordo será la primera misión tripulada del programa, luego vendrá la Artemis III en 2025, en la que tocarán suelo lunar la primera mujer y un hombre afrodescendiente.