Si tu madre, un hijo o tu pareja son el sentido de tu vida vas a poseer, controlar y asfixiar a esas personas.
  Muchos apegos tienen su origen en la historia familiar: pérdidas sufridas en la infancia.
  Muerte de los padres o de un hermano, quiebras económicas, abandono, carencias o padres sobreprotectores. 
  Si sanas esas vivencias y reencuadras tu mente, podrás amar con libertad y no vivir amedrentado. 
  Con frecuencia un ser apegado fue un niño con poco amor o protegido en exceso.
  Sana los vacíos y los miedos de tu pasado, cultiva un amor liberador y repite sin cesar: 
  “Acá estoy de paso y todo es prestado. Donde hay amor no hay necesidad. 
  Amo sí puedo decir: “Te quiero, pero no te necesito”. Todo apego crea desasosiego al momento de morir.