Polvo, telarañas y caos son los reyes en la casa de la mamá y abuela Lucía. Así es desde que ella enviudó.
Lucía se quedó sola con una pobre pensión. Sus dos hijos y sus cuatro nietos viven en el extranjero y no la llaman.
Solo una hija llamada Marta envía a veces unos pocos dólares de mala gana y evita hablar con la mamá.
La abuela carga una soledad angustiante y debido a la artritis y la osteoporosis sus desplazamientos son mínimos y dolorosos.
¿Todo lo duro que vive es injusto? Para nada, ella nunca se ganó el amor de los otros con un genio irascible y con su gran egoísmo.
Los hijos fueron migrando de un hogar insoportable muy jovencitos y nunca lograron que ella cambiara.
Ahora ella cosecha la amarga siembra que hizo y los que le tienen pesar y juzgan a los hijos se enfocan en lo aparente. Lucía tiene 74 años y refunfuña, se queja y maldice. ¿Será que antes de partir sale de su ceguera espiritual?
@gonzalogallog