Una niña estaba muriendo de una enfermedad de la que su hermano se había recuperado tiempo atrás.
El médico le dijo al muchacho: “sólo una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás dispuesto a dársela?”.
Los ojos del joven reflejaron verdadero pavor. Dudó unos instantes y luego dijo: “Bueno, doctor”.
Una hora después de la transfusión, el muchacho preguntó indeciso: “¿doctor, cuándo voy a morir?”.
Sólo entonces comprendió el médico el momentáneo pavor que había detectado en los ojos del muchacho.
Y sintió una emoción muy intensa al ver que ese adolescente creía que al dar su sangre también daba la vida por su hermana.
¿Es ese el amor que decimos tener? Ojalá que sí, un amor sin límites e incondicional. Un amor total que todo lo da y no espera nada a cambio, porque “la medida del amor es amar sin medida”, San Agustín.
@gonzalogallog