La letra de una vieja canción dice así: “Para subir el cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita”.
Siguiendo la metáfora es mejor subir al cielo en ascensor que en escalera, y el mejor ascensor es el amor.
El primer ascensor de la historia fue instalado en Nueva York en diciembre de 1877.
Su creador fue el judío Elías Otis que lo probó en su primer uso en un edificio de cinco pisos. 
Así tuvo que hacerlo porque nadie quería montar por miedo a que no funcionara. 
Hoy usamos el ascensor, acaso sin agradecerlo, y sin pensar que hay ascensores espirituales.
Cuando cultivas una fe fuerte, un amor sincero, y una esperanza firme, subes volando a lo más alto.  
Llegas al cielo sin necesitar una escalera si amas a Dios con toda el alma, te amas y amas a todos.
@gonzalogallog