Dios mío, gracias por ser mi maestro de amor, de compasión y de nunca juzgar.
    Contigo aprendo a no contentarme con hablar del amor, sino a vivirlo, disfrutarlo y compartirlo.
  Te tengo bien presente, Señor, y creo que moras en mí, me fortaleces y me inspiras.
  Los hermanos, al fallar, son mis maestros y no es fácil aceptarlos y comprenderlos.
  No son malos, y me enseñan paciencia con sus faltas, y tolerancia con otros modos de ver la vida.
  Mi ser se templa, no en la comodidad, sino en la dificultad y en la debilidad asumidas con amor.   Te necesito, Amado Señor, porque hay días en los que no hay vestigios de fe, y el mal es arrollador.  Me amas y me das fuerzas si tiendo a sucumbir. Tú eres mi apoyo y mi buena estrella. Gracias. Te amo.
@gonzalogallog