Anthony de Mello insistía mucho en los daños que causan las etiquetas a las que nos aferramos.
Con una facilidad pasmosa clasificamos a los demás entre buenos y malos y nos incluimos en el primer grupo.
La intolerancia y el desamor nos impelen a juzgar, y nos hace bien meditar esta reflexión de Benavente:
“Nadie es malo, sencillamente andamos torpes en la tierra, pero todos llevamos un ángel dentro,
Somos vasijas de distintos materiales, unas de barro grosero y duro que no dejan translucir la luz divina interna.
Si tu amas y la honestidad es tu centro, eres un cristal transparente en el que todo es claridad”.
Estamos hechos de oro y de barro, y nadie es químicamente malo ni bueno, está en otro proceso. La misión es convertirte en dócil instrumento del amor y ver a todos como hermanos, en especial a los que te caen mal.
@gonzalogallog