Deja que Dios sea la luz que ilumina cuando todas las otras se apagan y te sientes extraviado.
Cultiva una fe profunda y, entonces, compruebas que Él te abraza en los momentos de soledad.
Cree de verdad que Él está presente en cada latido de tu corazón, y en cada momento de tu vida.
Si de corazón te abres a Él, percibes que te fortalece cuando tus fuerzas parecen agotarse.
En toda existencia a veces aparecen pruebas que parecen imposibles de superar.
Pero el amor de Dios es más fuerte que cualquier dolor, y su gracia es más grande que cualquier herida.
Siempre hay un claro amanecer para aquellos que de verdad confían en Él y en su amor.
No hay sombra tan densa que su luz no pueda disipar, ni carga tan pesada que él no pueda levantar. ¡Ama y confía!