En el año de 1934 llegó a Manizales el arquitecto y urbanista austriaco Karl Brunner para participar en los debates sobre el plano futuro de la ciudad. Estaba radicado en Bogotá por invitación del entonces presidente Enrique Olaya Herrera, con el encargo de modernizar la capital del país que se encontraba a la saga con respecto a otras capitales de América del Sur. Entusiasmado por el potencial que ofrecía la ciudad, se concentró en construir una visión sobre el devenir urbano de Manizales. Una “alucinante” propuesta que bien vale la pena retomar, una y otra vez, hasta tanto comprendamos la enorme riqueza ambiental que nos tocó en suerte.
Una de sus primeras impresiones, además del estímulo que le produjo la exuberancia de su topografía, fue el refinamiento de su arquitectura, la belleza de sus parques y su capacidad de convocar a los manizaleños para ejercer los rituales públicos de una sociedad que, para ese entonces, se recuperaba airosa de los incendios que habían arrasado su centro fundacional. Muy pocos, refiriéndose a los parques, exclamó desconcertado, sin ocultar un cierto dejo de frustración.
A la sazón Manizales contaba con 80.000 habitantes, hoy somos, aproximadamente, 6 veces más de los que había en aquel entonces. Con la plausible excepción del Bosque Popular, los parques siguen siendo los mismos, que se “maltratan” una y otra vez para crearnos la ilusión de que estamos a la vanguardia, o bien, se destinan, inmisericordemente, a intersecciones viales, dejando sin cobijo a buena parte de la población.
La verdad, según cifras del Plan de Ordenamiento Territorial, es que nuestro déficit de espacio público es superior a los 8.25 m2 por habitante, versus los 15 m2 que, según consideraciones de la Organización Mundial de la Salud, OMS, requiere una ciudad como la nuestra. Por una “incomprensible” razón, los presupuestos oficiales y los privados fenecen fatigados cuando se trata de construir el lugar para la inclusión, para el encuentro, para el solaz de la ciudadanía.
Una ciudad que se presenta al mundo como el gran campus de la educación, la ciencia y la cultura, donde todos somos o deberíamos ser parte activa de esa ambiciosa visión, requiere que el espacio público sea entendido como la gran aula de clase, el lugar por excelencia para la construcción de ciudad y la formación ciudadana.
Esto nos sitúa en la ya “vieja” iniciativa de hacer de Manizales eje del conocimiento, ciudad y/o campus universitario, un camino accidentado, bien sea por la aritmética electoral, “eso no da votos”, o por la paradójica y precaria formación de ciertos burgomaestres que consideran el éxito de su gestión en los metros cúbicos vaciados de concreto.
Campus Universitario es mucho más que una estrategia de desarrollo económico, es la mira de una sociedad decidida a hacer uso de su patrimonio, el que le otorgaron la naturaleza y la historia, donde la inclusión es el leitmotiv de sus desvelos y el espacio público es entendido como el escenario por excelencia para que esto sea posible.
Cámbulos, Fátima, Campus Palogrande (la gotera), sector del Cable, es el recorrido de la línea 3 del cable aéreo, que al igual que el plan de ciclovías, y los parques y explanadas diseñados por el equipo multidisciplinario de la Universidad Nacional, deberían ser los encargados de dar forma urbana al proyecto MANIZALES CAMPUS. Un paso certero en la conformación de un primer y coherente nodo en la red de cables aéreos y, sin lugar a dudas, la solución más adecuada para una ciudad de abrupta topografía como la nuestra.
Manizales Campus y la Línea 3 del Cable Aéreo, hacen parte de los proyectos estratégicos del Plan de Ordenamiento Territorial, POT, según el acuerdo municipal 0958 de 2017; la Línea 3, en particular, es prioridad del Sistema Integrado de Transporte Público, SETP.
De hecho, cuando se diseñó el edificio que alberga el equipo electromecánico que conduce a Villamaría se dejó construido, en Cámbulos, el cobijo para la Línea 3. Una oportunidad de excepción para llevar la ciudad a un estadio más avanzado del desarrollo.
PD. En un informe publicado en el periódico LA PATRIA, ”Bien los resultados de Hacienda, mal la deuda y las obras”, se dice que el avance de las obras civiles de la Línea 3 del cable Aéreo está en el 3,12 %. Cifra que es necesario consolidar para conocer la realidad del proyecto. A 31 de julio el avance es del 45.42 %.