No hay mal que dure cien años… Y el nuestro, aunque tortuoso, prolongado y lesivo llega a su fin después de cuatro eternos años. El descaro, los embustes irrespetuosos, la tergiversación de la realidad, la entrega de obras imaginarias, los supuestos logros y la conversión de Manizales en el paraíso terrenal fueron anunciados las últimas semanas en los medios de comunicación -después del pago de millonarios contratos-, por unos funcionarios desvergonzados que, sabiendo su fracaso, mostraron resultados amañados, emulando en su mitomanía al alcalde, Carlos Mario Marín.
¡Ya nada qué decir! Duramos todo el período denunciando, develando la realidad, entregando pruebas a los organismos de control y de justicia, llamando a las fuerzas vivas para que reaccionaran, y tratando de destapar esta olla podrida y apestosa que fue, desde el primer día de Gobierno, la administración Marín-Osorio. ¡Y a fe que lo logramos! Quedamos con el grato sabor del deber cumplido, cosa que no pueden decir quienes, silenciosos y cómplices, contribuyeron con sus acciones o su silencio a la destrucción de la ciudad. Ellos saben quienes son y será la historia, su conciencia, y ojalá la justicia, las encargadas de llamarlos a responder por el desastre que causaron.
De Carlos Mario Marín, simplemente agregar que nunca pudo desvirtuar ninguna de mis denuncias y hoy, por el contrario, está atendiendo un proceso judicial del que muy difícilmente se va a librar. Y creo firmemente que no será el único, pues lo que se viene para él y sus funcionarios cuando se logre destapar esa olla que creyeron hermética para siempre, será asombroso para el país y asqueante para los manizaleños. ¡Ojalá Marín atienda sus responsabilidades judiciales con el mismo ímpetu que le imprimió a sus desafueros, nepotismo y corrupción, y ponga la cara en los difíciles momentos que se le avecinan! No sea que, después de tanta aberración y daño, termine escudándose en un desequilibrio mental para evadir sus responsabilidades, o dándose a la fuga para hacerle otro esguince a la justicia. Recuerde: ¡No hay dinero suficiente para comprar la tranquilidad del prófugo, ni riqueza que alcance para lograr la paz del exiliado! ¡Adiós, Carlos Mario!
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Pero no todo es malo por estos lares. Paralelo al despido de la Administración más perversa en la historia de Manizales, recibimos con alegría, entusiasmo y fe la llegada del alcalde Jorge Eduardo Rojas Giraldo. Sabemos de sus ejecutorias y estamos seguros de que esta nueva Administración será un bálsamo que curará las heridas profundas que nos desangran. Volver a una Manizales hidalga, grandiosa, cívica, segura, amable, emprendedora y orgullosa de sí misma es un propósito ofrecido en campaña y desde ya se siente el optimismo de la gente. Volver a una Maizales donde se respete al semejante, impere la seguridad y se imponga la autoridad es el anhelo de muchos y el propósito del nuevo alcalde. Volver a una Manizales planeada, en crecimiento y desarrollo donde los recursos alcancen para grandes obras, es la esperanza de quienes amamos el progreso y creemos en una administración eficiente, efectiva y eficaz.
No son pocos ni sencillos los retos de Jorge Eduardo Rojas en su propósito indeclinable de reconstruir la ciudad. Pero el alcalde no puede quedarse solo en momentos tan difíciles. Manizales entera debe volcarse a contribuir en esta causa, poniendo cada uno su granito de arena. Desde el civismo, para erradicar las violaciones legales básicas en las calles, avenidas y parques; desde la inversión, para contribuir al crecimiento de ciudad; desde los gremios, para aportar desinteresadamente en la planeación económica e industrial; desde la academia, para entregar seres formados con amor por lo nuestro y capacitados para afrontar nuevos retos; y desde la voluntad ciudadana, para conformar una fuerza sólida e indestructible de manizaleños luchando por defender a nuestra Manizales de malva y recomponerla después del saqueo asqueroso al que fuimos sometidos. Al Concejo que termina, solo decirle que llevaremos su complicidad como símbolo de las ruinas de una ciudad que nunca se los mereció.
¡Pa´delante, alcalde Rojas! Usted no está solo. Somos muchos más los manizaleños de corazón, que la impudicia que hoy despedimos con repulsión.