Manizales ha sido objeto de múltiples reconocimientos por organismos nacionales e internacionales en el último año, posicionándonos como la Mejor ciudad para vivir en Latinoamérica (ONU-Hábitat); Mejor ciudad inteligente de Colombia (DNP); Mejor área metropolitana de Colombia (DNP); Ciudad creativa de la gastronomía (Unesco); Entidad Territorial Ejemplar en educación; Ciudad de eventos permanentes, y otros de igual o mayor relevancia.

Quienes tenemos la fortuna de vivir en esta ciudad somos testigos de la franca recuperación urbana y rural, y del cambio que le imprimió la Administración de Jorge Eduardo Rojas. Después de encontrar un municipio en ruinas físicas, económicas y sociales, y unos ciudadanos llenos de desesperanza, angustia, apatía e indolencia, logró en poco tiempo recomponer el camino y abrir nuevas rutas de recuperación y dinamismo.

Hoy tenemos el orgullo de ofrecer nuevamente esa ciudad amable, cordial, pujante, vigorosa, hidalga y segura. Una Manizales donde cabemos todos, y donde quien viene no quiere irse, y quien se va lo hace con la esperanza de regresar.

¿Que faltan cosas por mejorar?, ¡claro!, pero es que no podemos esperar cambios milagrosos después del desastre ocasionado por las manos pútridas de Carlos Mario Marín y su mafia perniciosa (que aspira a llegar al Congreso de la República con los votos de sus víctimas). La reconstrucción de una ciudad puede ser más demorada, incluso, que la construcción inicial, pues no solo hay que reforzar nuevamente unas bases debilitadas, sino que hay que desechar los escombros físicos y emocionales que quedan de los desastres. Y los que dejó el arlequín Carlos Mario son demasiados…

Pero, además, porque el propio presidente Petro resultó ser nuestro peor enemigo, y hemos tenido que prescindir de los auxilios del Gobierno nacional y emprender, con solo recursos municipales, obras de gran calado, demostrándole al mundo que Manizales sigue siendo el mayor desafío de una raza, y que luchando con honestidad podemos sobrellevar las peores tragedias.

Ahora sigue una lucha tenaz: la planteada por los enemigos políticos del alcalde que tratan de destruirlo todo con tal de impedir su brillo. Enemigos que provienen de las mismas filas destructoras del pasado, y de los aliados petristas que critican, por ejemplo, la inseguridad, cuando esta es provocada por el odio del Gobierno nacional que alimenta una banda de sicarios y desechables de la primera línea, pagados por el Gobierno, mientras prohíben al ciudadano decente que se arme en su defensa. ¿Qué territorio de Colombia escapa a esa aberración?

Igual pasa con los habitantes de calle y el microtráfico: ellos no nacen en nuestras entrañas; son importados, y han venido acumulando poder mientras las directrices presidenciales tienen reducida la Fuerza Pública a simples patrulleros sin capacidad de acción.

Aún así, Manizales sigue adelante; y ante la reconstrucción evidente de la ciudad y las acciones concretas de la Alcaldía nos preparamos para un final de año realmente satisfactorio. ¡Felicidades, Manizales! ¡Y gracias, alcalde!