Lo que vive la Industria Licorera de Caldas es de antología. Una empresa que fue asediada, asaltada, saqueada, y fortín burocrático y contractual por décadas; y verla hoy fortalecida, dignificada, sólida y en crecimiento constante, amerita un reconocimiento, pues se ha convertido en el paradigma de eficiencia y eficacia. Es la demostración de que no todo lo público es perverso y de que las instituciones pueden blindarse en manos decentes y con administradores capacitados y probos.

En este sentido, nunca podremos olvidar la gestión de Luis Roberto Rivas. En seis años de pulcritud administrativa se implementó un gobierno corporativo que le dio un nuevo aire a la organización, y obtuvo como resultado la solidificación empresarial. La reunión de un equipo no politizado de altos cargos en cada una de las áreas de la industria, y la inyección de una visión completamente profesional, permitieron prepararla para los nuevos retos que se planteaban, los cuales desbordaban cualquier pronóstico histórico.

Se trazaron metas de ampliación agresiva de mercados, innovación de productos y conservación de calidad, lo que solo era posible si se mantenían las políticas instauradas y se conservaba la prudencia y la transparencia.

Y empezó un nuevo Gobierno y, con él, la expectativa de quién entraría a reemplazar a Andrés Elías Borrero (sucesor de Luis Roberto Rivas). Era imperioso seguir con la concepción administrativa honesta, capaz, versátil, profesional y alejada de cualquier injerencia politiquera. Los ánimos se crisparon y las especulaciones abundaron, por lo que la ILC se convirtió en el foco de atención en el inicio de la Administración de Henry Gutiérrez.

Llegó entonces Diego Angelillis Quiceno a la Gerencia, y todo quedó en calma. Una extensa y abultada hoja de vida, acompañada de unas buenas maneras, sencillez y bonhomía entregaron tranquilidad a la comunidad y alejaron las pretensiones de quienes coqueteaban con peligrosidad el manejo de la Industria. Ajeno a cualquier adanismo, Angelillis ha sabido reconocer la fortaleza que recibió y nunca ha dejado de atribuirles los honores a quienes corresponde; igualmente ha sabido sortear, junto al gobernador, Henry Gutiérrez, el trajín político y jurídico que determinó, por fin, la liberación de mercados y las grandes posibilidades de competir en franca lid en todos los departamentos de Colombia.

Ahora enfrentamos nuevos y peligrosos retos, pues la libertad de mercado es de múltiples vías; y las oportunidades de multiplicar ventas e incrementar la presencia de marcas y productos requieren, hoy más que nunca, que mantengamos una empresa estable, alejada de cualquier injerencia dañina, y blindada de los asedios de quienes quisieran reconvertirla en su fortín electoral o económico. ¡Y la administración actual, por lo visto en cifras y resultados, es carta de garantía!

Vaya pues la felicitación para la Industria Licorera de Caldas, y los votos porque la gerencia de Diego Angelillis siga su curso por largo tiempo, pues ya está demostrado que cuando las cosas se hacen bien, es de suma importancia la estabilidad y permanencia administrativa. ¡Hay que mantener a salvo nuestra ILC! ¡La riqueza tiene muchos seguidores!