Por estos días se respira un aire diferente en Manizales. Y no solo por el espíritu navideño que imprime un ambiente de paz y concordia, sino porque cada día que pasa se acerca el fin de este gobierno que nos hundió en la sima profunda de desprestigio, estupidez, corrupción y desgreño. Cada día nos arrimamos más a terminar con este ridículo progresivo y con esa sensación de temor con la que amanecimos durante cuatro años en los que no sabíamos a qué nuevo escándalo nos iba a someter el fulguroso alcalde Carlos Mario Marín. 
Manizales demostró nuevamente que es el mayor desafío de una raza, y sobrevivió a un individuo que se ganó el título indiscutido del peor alcalde en la historia de la ciudad. Porque a pesar de los multimillonarios contratos de ultima hora en medios de comunicación, donde publicitan obras que nunca fueron, y realizaciones que solo están en la mente díscola de Carlos Mario, o en audiovisuales con los que vendió humo e ilusiones, Manizales entera sabe que estos cuatro años fueron de catástrofe, atraso, retroceso, corrupción, sobrecostos y enriquecimiento de unos pocos, en detrimento de todos.
Hoy nos inundan, repito, con elementos publicitarios anunciando obras, realizaciones y procesos supuestamente llenos de honestidad y transparencia, cuando percibimos la apestosa realidad y vemos el desastre en cada parque, obra inconclusa, calle rota, cebra absurda o atropello a la lógica, contrariando evidentemente lo anunciado.  La podredumbre y el caos no pueden ser limpiados por piezas publicitarias, ni por bombos y platillos que cuentan lo que no es, y terminan destacando más lo inexistente.
¡Sí: sobrevivimos! Y hoy nos embarga además la esperanza de una nueva administración que entrará a poner orden, a implantar autoridad, a destrabar los entuertos de Marín, y a construir con planeación, desarrollar con honestidad y ejecutar con transparencia. Una nueva administración que deberá pasar la página sin desgastarse en el espejo retrovisor, pero sin omitir su obligación de denuncia; sin recabar en el desastre que encuentra, pero sin dejar de develar su punto de partida; sin perder su tiempo en dolerse de las ruinas que hereda, pero sin desmayar en la reconstrucción de la ciudad. Una nueva administración, en fin, seria, ponderada, conocedora de su responsabilidad y responsable con sus límites. Es decir, la antítesis de lo que padecimos estos cuatro años de circo y mafia.
Y todo esto lo está demostrando Jorge Eduardo Rojas desde el empalme. Porque seguramente ha encontrado muchas cosas en las diferentes entidades y dependencias municipales, y ha permanecido prudente y parco, pues sabe que la ciudad no puede seguir lastimándose mediante los escándalos que hace cuatro años llenaban la vanidad del electo, pero que al final terminaron atragantándolo y ahogándolo en su propia hiel. ¡Vaya diferencia entre un youtuber y un alcalde de verdad!
Lo que la ciudad espera ahora es que, una vez posesionado Jorge Eduardo Rojas, se proceda ante los órganos de control y de justicia con las denuncias, y que estos cuatro años de impunidad y connivencia le den paso a un prolífico período de investigaciones, recopilación de pruebas e imposición de castigos por los organismos competentes. Solo así la sociedad recuperará la confianza necesaria en las instituciones, y se podrá contar con una ciudadanía alerta y dispuesta a denunciar y colaborar, para erradicar definitivamente este cáncer que deja inoculado la administración Marín-Osorio.
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Por lo pronto, nos queda un consuelo derivado de la imputación de cargos que el pasado 29 de noviembre le hizo la Fiscalía General de la Nación a Carlos Mario Marín Correa, por el presunto delito de prevaricato por acción, en calidad de autor, a título de dolo. Después de tanto descaro y cinismo de esta administración, escuchar los fundamentos serios y documentados de la Fiscalía, que inicia un proceso en el cual se respetan todas las garantías tanto para el imputado como para la sociedad (empezando por la presunción de inocencia), es esperanzador y reconfortante. El país necesita volver a creer en la justicia, y Manizales necesita de la compañía de la institucionalidad.