Se trata del síntoma del mal que sufren los que duermen con una cobija pequeña, pues si se cubren abajo, les da frío arriba, y si se tapan arriba, se enfrían abajo, por lo que siempre pasarán malas noches. Y se sabe que es un síndrome que solo se evita con una cobija mayor, capaz de cubrir todo el cuerpo al mismo tiempo.
Lo mismo puede decirse sobre las condiciones de vida de los países. Si la riqueza que se crea es escasa, a una gran proporción de sus habitantes mucho o todo les será insuficiente: empleo, alimento, techo, educación, salud y demás. Luego este problema exige para resolverse crear más riqueza, en primer término –base de su mejor distribución–, como es el caso de Colombia.
Se sabe que los grandes flujos migratorios globales se mueven de los países subdesarrollados a los más desarrollados, porque se migra en la búsqueda de mejores condiciones de vida, es decir, tras de cobijas más grandes, para continuar con la figura.
Puesto en dólares de riqueza creada por habitante al año, Colombia apenas produce 6.979 (2023), en tanto Estados Unidos crea 81.695 –11,7 veces más–, Alemania 52.745 y España 32.677, de donde se concluye que los colombianos no alcanzaremos los niveles de vida de esos países mientras no creemos más riqueza.
Y como los impuestos gravan la cantidad de riqueza por habitante, la capacidad de los gobiernos para atender las necesidades ciudadanas también depende de la riqueza generada, la cual se acumula en cada país, más o menos, en los bienes y servicios mencionados atrás y en infraestructura, justicia, fuerza pública y demás.
Como es obvio, el bajo producto por habitante de Colombia se explica porque la economía nacional ha crecido con suma lentitud, dado que por décadas hemos sido tan mal gobernados que la insuficiente tasa de crecimiento anterior a 1990, en vez de aumentar, ha disminuido.
Entre 1961 y 1989, la economía creció al 4,7 por ciento promedio anual, tasa insuficiente para sacarnos del subdesarrollo. Y, como algunos lo advertimos, creció todavía menos con la apertura neoliberal y los TLC (1992-2022): 3,5 por ciento, reducción que también ocurrió en el agro y la industria, empeorando todas las debilidades.
Las cuentas externas también explican la crisis de Colombia. Entre 2010 y 2023, la relación entre importaciones y exportaciones nos fue negativa en 142.209 millones de dólares. Y con el pago de deudas y utilidades de trasnacionales, el déficit aumentó en 47.569 millones, achicando casi todas las cobijas nacionales y advirtiendo sobre la inviabilidad de esta economía de mercado.
Fue el fracaso de los gobiernos anteriores a 2022 lo que hizo ganador a Petro. Y lo peor es que Petro –neoliberal, aunque lo oculte– no ha hecho nada para diferenciarse de sus antecesores en cuanto a crear más riqueza y agrandar las cobijas de Colombia como un todo ni las de la mayoría de sus habitantes.
Para probarlo, basta con saber que sus leyes y medidas –por norma, equivocadas– han tenido como fin modificar la distribución de la escasa riqueza nacional y no cómo generar más riqueza, para que la Nación pueda escaparse del muy escaso capitalismo de los siete mil dólares por habitante que nos martiriza.