En política, las palabras izquierda y derecha vienen de la Revolución Francesa, porque en el recinto de la asamblea nacional a la izquierda se sentaban los partidarios de los cambios que se daban y a la derecha, los que se oponían. Desde entonces se usan ambos nombres para diferenciar a los sectores que los asumen como propios. En Sin pelos en la lengua explico las diferencias en la izquierda en el movimiento estudiantil de 1971 y en años posteriores. Y en su último capítulo, que titulé como a este artículo.
Para ser de izquierda en Colombia hay que defender los derechos democráticos de mujeres, trabajadores, indígenas, afros y LGBTIQ+ y la libertad de organización, opinión y movilización, entre otros. Estos constituyen mínimos necesarios, al igual que el acceso a la educación, la salud, las pensiones y los subsidios en dinero, asuntos en los que se puede coincidir, y se coincide, más o menos, con quienes no se sienten de izquierda, luego estos aspectos son insuficientes para definirse así.
Para ser de izquierda democrática además hay que luchar con coherencia por la soberanía y el auténtico desarrollo de la economía nacional, sin el cual Colombia deja en retórica los derechos mencionados y no enfrenta de verdad las causas del desempleo, la informalidad, la pobreza y el hambre del 70 por ciento de sus habitantes, las cuales reflejan una economía enclenque, de apenas 6.600 dólares por habitante.
Crear, de verdad, más trabajo y más riqueza, y hacerlo en economía de mercado, debe ser la prioridad en un gran acuerdo nacional -de sectores populares, clase media y empresarios-, objetivo que no asumieron los gobiernos anteriores a 2022 y que Petro tampoco propone. Porque él no centra su política económica en producir más riqueza, sino en cómo distribuirla, en impuestos, pensiones, precios de los combustibles… Y, para mal, siguiendo las orientaciones del FMI y sus semejantes, organismos en los que Colombia no decide nada.
En el Gobierno de Petro solo se relacionan con producir más riqueza sus promesas sobre tierras rurales. Pero sin coherencia, porque mantiene la apertura y los TLC contra Colombia, que nos pasaron de importar 500 mil a 15 millones de toneladas de productos del agro y han arruinado a tantos, como les ocurrirá a 300 mil lecheros a partir de 2026 y a arroceros y productores de pollo luego de 2030.
Sí, de izquierda dice ser Petro, pero baila al son que le toque el FMI, organismo que ha orientado la economía nacional desde hace 80 años. ¡80! ¡Y miren cómo estamos de mal, en la sin salida productiva y con una deuda externa de 200 mil millones de dólares! Tiempo tan largo y subdesarrollo tan grande que enseñan que su objetivo es mantenernos en el atraso productivo, el desempleo y la pobreza, porque imbéciles no son.
Les sabe a gloria a EE.UU. y a los demás poderes globales que Petro diga que el principal problema de Colombia y de la humanidad es el cambio climático y no los subdesarrollos de tantos países. Y que además los siga en sus orientaciones económicas, políticas y hasta militares, según también explico en Sin pelos en la lengua, para contribuir con un debate ilustrado en el país.