Mañana el Cónclave se iniciará, en unos días se oirá Habemus papam y repicarán las campanas. La muerte del papa Francisco ha dado lugar a la
elección del sucesor 267 de San Pedro. 

Han arribado a Roma quienes tienen la dignidad de cardenales, procedentes de todo el orbe y se unirán a los habituales de la Santa Sede para definir quién ostentará el cargo para la suprema conducción apostólica de quienes practican la doctrina cristiana sometida a la dirección vaticana.

Lo anterior es la noticia. Lo esencial es cuál de los cardenales será la cabeza visible de todo lo que signifique iglesia católica occidental, para diferenciarla
de la oriental, que posee similares creencias y distintas prácticas, pero en estrecha relación, con el Vaticano. Es tiempo de repasar libros, artículos y videos sobre la historia de la elección. 

Existen al menos dos documentos que pueden aportar elementos para que la sociedad sepa lo que sucede al interior de la reunión de cardenales para elegir un papa. Aunque tienen componentes de ficción son útiles en estos momentos: El premonitorio Las Sandalias del Pescador, de Morris West, y Cónclave, de Richard Harris.


Como sucede con cualquier gobierno que termina, hay quienes están totalmente de acuerdo con Francisco y otros se oponen total o parcialmente a
su regencia, tanto en lo administrativo como en lo religioso. La discrepancia puede estar contenida en posiciones abiertas desde la utilización de la palabra o escritura o simplemente discretas, hasta la condición de in pectore.


Aunque varios podrían presumir que Jorge Mario Bergoglio sería el nuevo papa, basados en las votaciones sucedidas durante el Cónclave que eligió a
Benedicto XVI, el anuncio de su elección fue sorpresivo por múltiples motivos, comenzando por su nacionalidad. Pero lo que causó admiración fue su desempeño como papa.

Fue un hombre bueno en la extensión, con un inmenso sentido de lo que significa un ser humano, tanto en la alegría como en el sufrimiento. Un papa respetado; querido; amado, casi idolatrado; abierto directa y francamente a las necesidades de las personas e igualmente a quienes representaban las instituciones y los gobiernos.

No le importó la tenacidad de los oponentes a sus decisiones y comportamientos. Hasta horas antes de su muerte quiso estar cerca a su pueblo con sus niños, ancianos y desposeídos de bienes materiales. Una muestra incontrovertible de humanidad y humanitarismo. 

Al interior del Cónclave no todo será paz; los ejemplos previos así lo indican. Y, no parece que ello fuera a cambiar por lo que se ha preconizado y
analizado. El próximo papa tendrá un arduo trabajo. No será otro Francisco; no lo podrá ser, así como Francisco no fue igual a otro. La separación entre la ortodoxia y la renovación, conservada o nueva, lo indicará el nuevo papa con su sapiencia, comprensión, vivencia y el tiempo.

La Iglesia puede existir para los intereses individuales. También es para el servicio espiritual y material de las comunidades; de lo contrario será distante.
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