Decía el presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950): “Si usted hace una cosa y no cuenta, es como si no la hubiera hecho”.
Ospina fue un empresario y estadista antioqueño de altas calificaciones humanas, cuyo mandato pudo ser mucho más fructífero, por sus condiciones personales e intelectuales, pero tropezó con la torpeza de la política irracional y de la violencia sectaria, además de haberle tocado enfrentar el episodio del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (1898-1948), el fatídico 9 de abril de 1948, carismático caudillo liberal, lo que desató un caos institucional en todos los escenarios del poder, y atizó más la confrontación bipartidista.
Ese parece ser un cuento de nunca acabar en Colombia, porque pretextos no faltan para la aguda polarización política y para el crimen, organizado o espontáneo, que mantiene a la población, rural y urbana, con el pelo de punta.
El tema de esta columna era otro, pero la pluma se desvió por caminos tortuosos.
Retomando la idea del doctor Ospina, muchas ideas interesantes, e historias de ameno y enjundioso contenido, que merecen conocerse por ejemplares o agradables, quedarían desconocidas si no existieran escritores “mercenarios”, hábiles redactores y editores, dispuestos a escuchar a los protagonistas, o a quienes han sido testigos de episodios meritorios y de trascendencia, recoger sus experiencias, darles orden temático y colgarles orlas literarias que las amenicen, para publicarlas, compartiéndolas con lectores habituales.
De ahí surgen libros interesantes, que enriquecen la bibliografía, ilustran y entretienen. Además de que pueden trascender a otros medios, para mayor difusión.
Caso distinto es el de personas sin más méritos que haber tenido éxito en cualquier actividad económica, y acumulado una apreciable fortuna, que se dejan seducir por la perspectiva de que su imagen y su historia aparezcan en las vitrinas de las librerías, y se guarden en las bibliotecas de allegados, para lo cual buscan a un escritor mercenario, abonan una jugosa remuneración y narran sus “proezas”, con las que el amanuense arma un texto, le da tintes literarios y complementa con citas de “corte y pegue” que le dan volumen.
Igual cosa sucede con personajes en plan de notoriedad para sustentar aspiraciones políticas, que por estas calendas preelectorales abundan, para promover precandidaturas presidenciales.
Así mismo, cuando un político retirado quiere perpetuarse en la conciencia colectiva, procura que uno de sus beneficiarios cuando tenía poder, aprovechando un cumpleaños de avanzado calendario escriba su biografía, que produce más bostezos que emociones.
Herederos de mafiosos de cartel, que pretenden lavar sus crímenes destacando detalles de filantropía con comunidades pobres o mecenazgo con artistas y deportistas, buscan a un periodista para que haga su apología y financian lujosas ediciones de libros que difícilmente lee una persona perdida en la selva o abandonada en una isla o en cualquier desierto, sobreviviente de un naufragio o de la caída de un avión.