El camello es el único animal de la fauna universal decididamente feo desde chiquito. Existe la teoría de que este camélido está mal hecho porque lo diseñó una comisión de expertos que pretendía hacer un caballo. Las patas del camello son excesivamente largas, desproporcionadas para el resto del cuerpo. Siendo una bestia para uso humano y de carga, las dos gibas que tiene en el lomo son incómodas para el jinete. Como no trocha ni galopa y tampoco tiene paso fino, como los caballares, el “chalán” es sometido a un zangoloteo que le descuadra el esqueleto. Para carga, a un camello no hay enjalma ni angarilla que se le acomode. Además, esos nobles animales tienen el anca caída y muy corta, por lo que resulta imposible llevar a alguien al anca. El cuello de los camellos, y de sus parientes cercanos, los dromedarios, parece un tobogán, curvado, largo y angosto, lo que excluye cualquier utilización. Sin embargo, el camello ha sido de gran utilidad como medio de transporte en los grandes desiertos, por la capacidad que tiene de hacer largas travesías sin necesidad de beber y comer, porque en las gibas acumula reservas alimenticias e hidratación para varios días, hasta llegar a los oasis, donde se aprovisiona de agua y comida para emprender nuevas y largas jornadas. Esa es la parte atractiva y positiva de los camellos, porque ni los automotores son capaces de cruzar el Sahara con el combustible que normalmente llevan en sus tanques y deben llevar otros de reserva.
Algo parecido a lo acontecido con el diseño de los camellos sucede con las estrategias de los expertos para superar los índices de pobreza, y otros factores vitales de la sociedad, como salud, pensiones, educación, nutrición infantil y recursos energéticos, entre otros. Los integrantes de las comisiones oficiales son más políticos que técnicos, por lo que los términos de medición de causas y soluciones de los problemas distan de la realidad tanto como la belleza de los camellos en comparación con los caballos. Sobre la pobreza, por ejemplo, los técnicos que la analizan para efectos de adoptar medidas el gobierno que la superen, concluyen en que un colombiano que se gana mensualmente la mitad de un salario mínimo no es pobre.
Una visión sociológica, sin embargo, señala que la pobreza es un estado de ánimo, más que una cuestión económica. Hay personas que son capaces de suicidarse porque de 10 fincas que tienen pierden una en un mal negocio. En cambio, menesterosos que escarban las canecas de basura en busca de cualquier sobrado para mitigar el hambre, cantan y ríen mientras lo hacen. La pobreza, entonces, depende “del color del cristal con que se mire.”
La reflexión anterior surge cuando el gobierno del cambio total, mal asesorado para temas que requieren conocimiento y buen criterio, acomete simultáneamente, y para ya, las reformas a los sistemas de salud, pensiones, régimen laboral, transporte masivo, paz total, justicia, seguridad ciudadana y política energética con más egolatría que certezas. “El Estado soy yo”, anticipó Luis XIV, El Rey Sol.