Investigando sobre el día que Mario Vargas Llosa visitó Manizales me encuentro con una gran sorpresa: el novelista peruano que obtuvo el reconocimiento literario a los 26 años de edad, cuando publicó La ciudad y los perros, había estado aquí en el año 1971. Lo hizo como invitado al IV Festival Latinoamericano de Teatro Universitario, que entonces dirigía Carlos Ariel Betancur.
Con lo que no contaba Vargas Llosa fue con que la juventud universitaria lo abuchearía por haber firmado la carta de apoyo al escritor cubano Heberto Padilla, puesto preso por el régimen castrista.
La protesta contra Vargas Llosa se presentó en una sala del segundo piso de la Universidad de Caldas. El detonante fue una exposición del novelista sobre el arte de escribir, en la que afirmó que el ejercicio de la literatura era un acto inconsciente.
Carlos Alberto Pinto, un estudiante de Literatura a quien llamaban 'Topín', “un gigantón de barba roja con cara de explorador vikingo”, le preguntó por qué había firmado la carta a Fidel Castro condenando el régimen cubano y pidiendo la libertad de Padilla. Fue tan duro el ataque, que Vargas Llosa fue sacado del recinto.
En esos días de la visita del Premio Nobel de Literatura 2010 a Manizales, mucho joven universitario estaba influenciado por la revolución cubana, y celebraba el derrocamiento de Fulgencio Batista por los hombres barbados que bajaron de la Sierra Maestra.
Se celebraba, además, la protesta de los estudiantes de mayo del 68 en París contra Charles de Gaulle, liderada por Daniel Cohn-Bendit.
Estos dos movimientos despertaron admiración en la juventud de entonces, y alimentó los gritos contra Vargas Llosa por haberse convertido en crítico de la revolución cubana.
Mario Vargas Llosa regresó a Manizales en septiembre de 1999, invitado por los organizadores del que ya se llamaba Festival Internacional de Teatro. Llegó acompañado del expresidente Belisario Betancur. Como se había consolidado ya como uno de los grandes novelistas latinoamericanos, esta visita despertó gran expectativa, alimentada por el puñetazo que le asestó a García Márquez en Ciudad de México.
La gente quería escucharlo. Tanto, que el recinto del Fondo Cultural del Café se llenó.
Fue presentado por los escritores Orlando Mejía Rivera y Octavio Escobar Giraldo. Y Orlando Sierra Hernández aprovechó para hacerle una buena entrevista, que publicó este diario.
Vargas Llosa hizo una revelación en Manizales: escribió por encargo un libro, La señorita de Tacna, con destino a una señora que lo publicó con el nombre de ella. Es decir, hizo de escritor fantasma. Tarea a la que, para sobrevivir, se han dedicado, en algún momento, varios escritores.
La suya fue una visita honrosa para Manizales, que se sumó a las que hicieron Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Ernesto Sábato.
A mí me queda el recuerdo de que estreché su mano, gracias a Belisario Betancur, que me lo presentó. Quince días antes yo había publicado en El Colombiano un ensayo sobre La Fiesta del chivo, y él me dijo que lo había leído. Un amigo de Medellín se lo había enviado a Madrid.