La pregunta es parecida a otra: ¿qué tienen de similar un cuervo y un escritorio? Se la hace el Sombrerero a Alicia en Alicia en el país de las maravillas. Hay dos formas de intentar una respuesta. La primera, halle las semejanzas locas: los cuervos de la imaginación se alimentan de las páginas muertas en los escritorios. La segunda, pregúntele a Google.

Pienso en esto porque leí un artículo cuyo título también es una pregunta: “Qué hacer cuando nadie nos busca”, de Ángel Fernández Recuero. El texto es un editorial de la revista cultural Jot Down, con sede en Barcelona. Fernández dice que la revista ha perdido un 35% de sus lectores: “Las sesiones han bajado un 40,5%, las páginas vistas un 15,9%. Google nos ha traído un 31,8% menos de visitas que el año pasado. Twitter, un 56% menos. Facebook, un 35%”.

La inteligencia artificial está enloqueciendo el mundo, incluso el digital: el 75% de las búsquedas en Internet no termina en clics. No es ciencia ficción que un Gran Hermano sabelotodo nos responda casi todas las preguntas (es preciso encontrar preguntas más descabelladas); un Gran Hermano que se alimenta de lo que subimos a la web y que se vale de esa información para responder: “la relación entre lo que toma de los medios y lo que les devuelve es de 250 a 1”, se dice en el texto; un escritor muy normalito que se copia de lo que publicamos para reelaborar lugares comunes.

¿Qué pasaría si eso que replica la IA de Google es una suma de mentiras, que a su vez es otra suma de mentiras, y así en lo sucesivo? Aún peor: ¿sabremos leer de forma crítica la información que nos dé ese buscador cuando le preguntemos por “cuán ruidosa fue la ‘Marcha del Silencio’”? Todavía peor: ¿qué seremos capaces de hacer con la validación anticipada que se refleja en los espejos de prejuicios de los algoritmos en las redes? ¿Habrá forma de no volvernos locos?

Recuerdo la frase de un profesor amigo: “Así como la locomoción artificial no atrofió las piernas, la inteligencia artificial no atrofiará la inteligencia humana”.

Digamos que hay inteligencia humana en este mundo de bombardeos como series de televisión. Eso será lo único que podrá darnos un respiro más sobre la tierra: “La industria se hunde, pero la cultura no. La tecnología avanza, pero no piensa”, también dice Fernández. Nos queda y nos quedará lo que nos hace humanos -y animales humanos-: la locura de pensar y de sentir.

Otro amigo -quien me envió el artículo que cité- me escribió que le parecía “inquietante” el texto, palabra que le robo para decir que, a pesar de esta realidad, es inquietante que no dejen de haber locos con ganas de crear nuevos proyectos culturales. El fin de semana pasado vio la luz un portal de periodismo en Manizales: Barequeo, en el que también escribiré. Un grupo de periodistas de la ciudad -Adriana Villegas, Camilo Vallejo, Alejandro Samper y Ana María Mesa- se preguntó: ¿y por qué no intentar esta locura?

Adriana Villegas, la codirectora, publicó allí una columna, que también cito: “Queremos un medio en el que los lectores encuentren pepitas de oro y queremos también un periodismo artesanal, lento, en donde ni los textos ni los títulos sean escritos pensando en atraer millones de clics”.

Si así no entendió el parecido, pregúntele a Google.