El Fondo Monetario Internacional es una institución financiera conformada por 183 países (de los 195 reconocidos y existentes en el planeta) que se creó en 1944 con el propósito de rescatar naciones con problemas financieros, desequilibrios de sus monedas y desajustes en sus economías.
Para cumplir con todos estos objetivos el FMI asume el rol de prestamista. Y dentro de las líneas de crédito que ofrece, existe una que particularmente llama la atención. Se trata de la denominada Línea de Crédito Flexible, creada en el año 2009 y que en términos prácticos funciona como una "tarjeta de crédito" con una tasa de interés muy baja, para acceder a recursos de manera inmediata ‘con una sola llamada telefónica’.
Colombia hizo uso de esta línea de crédito y “echó su tarjetazo” durante la crisis económica generada por la pandemia en el 2020.
Y lo cierto es que esta ‘tarjeta de crédito’ del FMI, que se renueva cada dos años y que tiene un cupo considerable, de ocho mil millones dólares, había estado siempre disponible para Colombia, gracias a su estabilidad macroeconómica y a la sostenibilidad de sus finanzas públicas.
No obstante, por primera vez en 16 años, Colombia enfrenta la suspensión de esta modalidad de crédito. ¿La razón? La delicada situación fiscal del país, que en el 2024 registró un déficit del 6,7% del PIB, el tercero más alto en 120 años, que hizo evidente el incierto cumplimiento de la Regla Fiscal en el 2024. Además, por las dudosas metas fiscales proyectadas para el 2025.
Y ¿qué significa ello para Colombia? Sencillamente que si llegare a presentarse una situación extraordinaria derivada de otra pandemia (con el consiguiente colapso del sistema de salud, por ejemplo), o de un hecho que ponga en grave riesgo la economía (el ‘despiporre’ de las finanzas públicas, por ejemplo) o cualquier otra situación excepcional, Colombia no podría hacer uso de su ‘tarjeta de crédito’.
Perder acceso a esta línea de crédito, aunque sea temporalmente, envía señales negativas a los mercados financieros internacionales, lo que abre la posibilidad de incrementos en la prima de ‘riesgo país’ y mayores costos de financiamiento externo; y lo que es también muy preocupante, presiona la devaluación del peso colombiano.
En términos sencillos, la decisión del FMI no sólo revalida las dudas profundas sobre la sostenibilidad fiscal de Colombia, sino que las puede agravar.
Por ello resulta triste que no obstante una lenta recuperación de la economía, una inflación controlada gracias al papel que cumple el Banco de la República y un sector financiero fuerte, el telón de fondo de todo ello sea el desbalance de las finanzas públicas del Gobierno colombiano.
Por ello es imperativo que el equipo económico del Ministerio de Hacienda elabore y sustente un plan robusto y creíble para reducir el déficit fiscal actual y futuro.
Esto implica, entre otras, recortar al menos $40 billones del presupuesto para este año, con lo cual se enviaría un mensaje claro sobre el compromiso con la responsabilidad fiscal. ¡Colombia no puede dejarse quitar su tarjeta de crédito!