Una de las grandes conclusiones de la Comisión de la Verdad tiene que ver con la necesidad de cambiar unas dinámicas de muerte y violencia, por una cultura de paz en el país. En el fondo sería la avanzada de ese proceso de reconciliación que requiere el país. Pero muy particularmente, hay que trabajar la reparación integral de las víctimas.  
La cultura de paz la describe así al Comisión en una de las exhortaciones: “A la sociedad en su conjunto, asumir el compromiso de un cambio profundo en los elementos culturales que nos llevaron a la incapacidad de reconocer al Otro y a la Otra como seres humanos  e igual dignidad; construir en el diálogo, desde las diferencias y tradiciones espirituales y concepciones de vida, una ética pública en la que nos reconozcamos simplemente como personas, ciudadanas y ciudadanos, en un nosotros colectivo de nación, y emprendamos las transformaciones en lo institucional, lo normativo y, particularmente, lo personal y cotidiano; y  desinstalar las narrativas de odio, discriminación y estigmatización, para instaurar a cambio la confianza y la pasión por un futuro de esperanzas compartidas y vida plena que les debemos a las generaciones futuras de Colombia”.
Los elementos claves de este proceso de cambio cultural están, pues, en reconocer a los otros, y muy especialmente aquellos que son distintos, con el fin de construir diálogo y confianza, que permita construir transformaciones que abran una historia esperanzadora para el futuro.
La reconciliación, otro de los elementos clave, la define la Comisión de una manera muy descriptiva: “Reconciliación significa aceptar la verdad como condición para la construcción colectiva y superar el negacionismo y la impunidad. Significa tomar la determinación de nunca más matarnos y sacar las armas de la política. Significa aceptar que somos muchos —en diverso grado, por acción o por omisión— los responsables de la tragedia”. La reconciliación pasa, pues, por un acto muy profundo de conciencia de todas las responsabilidades de cada actor, y de aceptar y asumir la erradicación de la violencia.
Finalmente, hay una deuda inmensa, grande y seria con las víctimas, ¡9 millones de personas! La metáfora del presidente de la Comisión cuando decía que si hiciéramos un minuto de silencio por cada víctima tendríamos que contar con 17 años de silencio, estremece a cualquiera. Esa es la magnitud del dolor y el daño causado. Deberíamos pensar como sociedad cómo vamos a reparar a las víctimas. Los agentes que generaron en gran medida esos daños, la guerrilla y los paramilitares, pasaron de agache en el tema. No cumplieron con esa responsabilidad. Pues bien, ahora como sociedad debemos entrar a suplir. Así lo expresa la comisión: “A todo el pueblo colombiano, reconocer a las víctimas del conflicto armado en su dolor, dignidad y resistencias; reconocer la injusticia de lo vivido y el trauma colectivo que compartimos como sociedad, y comprometernos con la reparación integral y transformadora de los más de 9 millones de víctimas del conflicto armado interno”.
Con estos tres elementos: Cultura de paz, reconciliación y reparación a las víctimas,  podremos mirar el futuro con esperanza y con mínima responsabilidad ética con las víctimas y las nuevas generaciones.