Termina un año que ha sido de transición en muchos sentidos. La economía nacional pasó de un proceso claramente expansionista a uno que ya va en desaceleración y se espera que no termine el próximo año en recesión. Y es una bandera amarilla, pues si no hay crecimiento lo que nos espera seguramente es el aumento del desempleo y con ello pobreza y mayor desigualdad. Una de las razones para el frenazo económico está en la falta de confianza por la inestabilidad que el presidente le mete a la economía constantemente y por la inseguridad jurídica que implica el cambio de reglas de la noche a la mañana. Otro de los aspectos que ha hecho mucho daño es la dinamita que el Gobierno le ha puesto a la colaboración público-privada en el país. La incapacidad de aceptar que un modelo mixto de economía ha sido una manera muy efectiva en el país, como los casos del sector eléctrico o de la salud. El Gobierno se ha empecinado en romper esos matrimonios que dieron muchos resultados. Obvio, mejorables, pero no era para terminarlos. En lo económico no pasamos el año.
En el campo político, Petro no ha logrado organizar bien su equipo de Gobierno y la falta de experiencia en muchos de los sectores ha sido fatal. Los resultados de las elecciones de alcaldes y gobernadores mostraron que la gente ya comenzó a darse cuenta de sus limitaciones. Siempre que abre posibilidades de diálogo con los distintos sectores y partidos políticos se abre una ventana de luz, pero es fugaz. El Gobierno es de lo que llaman piñón fijo y eso genera la imposibilidad de verdaderamente dialogar. Qué bueno que la transición sea para mejorar el diálogo con todos los sectores en sociedad y no para aislarse y atrincherarse en sus dogmatismos ideológicos.
La institucionalidad ha funcionado. Especialmente la Corte Constitucional con la revisión de constitucionalidad de las nuevas normas que este Gobierno ha impulsado en el Congreso y las de los Estados de Excepción. Han sido muy importantes para encuadrar el ejercicio del poder en las cotas constitucionales. La Corte Suprema en el proceso de selección de la persona a la cabeza de la Fiscalía General de la Nación ha hecho una buena tarea. Las cabezas de las altas cortes hicieron un buen nombramiento del nuevo Registrador. Tal vez, el que sí nos quedó debiendo fue el Congreso. Le faltó seriedad política, profundidad técnica e independencia; la mermelada del clientelismo los tiene en jaque y ponen en jaque al país.
El “desencuaderne” del país ha sido el tema de la seguridad, dirán otros de la inseguridad. El aumento de secuestros, extorsiones, masacres es muy diciente del fracaso que ha tenido la desordenada e improvisada estrategia de Paz Total. Se requiere la ley de sometimiento con la cual se podría hacer el verdadero acercamiento con los grupos de criminalidad. Y ponerle una hoja de ruta muy seria a los diálogos con el Eln y con las disidencias de las Farc. Sin estos dos insumos, difícil, o mejor, imposible tarea tendrá el nuevo comisionado, Otty Patiño. Esperar que la transición sea para mejorar, de lo contrario, los problemas de inseguridad pueden costarle mucho al país, y claro al Gobierno Petro.
Estas son algunas de las transiciones de fin de año. De todas formas, ¡Un Feliz Año!