Ante un comité de inversiones de una de las empresas más poderosas de los Estados Unidos se presenta un matrimonio, relativamente joven, para ofrecerle la venta de su revista y su portal. El negocio vale 40 millones de dólares y la exposición de los oferentes comienza así: primero queremos explicarles las razones por las cuales ustedes no deberían adquirir nuestra empresa. Y sin añadidos de justificaciones desgranan ante el comité, una a una y con sevicia, las falencias de su empresa. Pero Disney la compra.
Lo anterior ocurrió en el año 2011. El matrimonio lo componían Rufus Griscom y Alisa Volkman, quienes cinco años antes habían creado una revista y un portal llamado Balbucear (Babble), muy serio y conducente, pero también con mucho humor y creatividad, sobre la crianza de los hijos pequeñitos; y, sobre todo, cuestionando, con razones de ciencia y sicología, los muchos errores muy difundidos sobre el asunto. En solo un mes llegaron a tener cuatro millones de seguidores. 
También explicaron, a renglón seguido, las ventajas de la adquisición, pero antes habían producido varios efectos sicológicos positivos sobre ese comité, en el que cada uno de sus miembros hace el papel de abogado del diablo; en el cual se afilan cuchillos y hachas dialécticas para despedazar al proponente.
La pregunta inicial que debieron hacerse allí fue esta: ¿estamos ante un par de locos o ante unas personas muy creativas? Esa interrogación, de entrada, desarma la actitud profesional de crítica de los miembros de tal comité. Y consigue que se relajen sicológicamente, al considerar que ya se ha hecho una parte de su trabajo; y se dirán: ¿será que no tenemos que buscar tanto los inconvenientes de la propuesta? Considerarán a quienes así proceden como personas humildes, joviales y sinceras.
Un libro lleno de simpatía, pero también serio y conducente, “Originales”, de Adam Grant (Editorial Planeta Colombiana S.A. 2017), trae a cuento, además del caso anterior, episodios y estudios serios y científicos, en los que la mente humana, paradójica y versátil -y a veces ilógica e incomprensible-, procesa más como menos, o procesa menos como más. Veamos algunos.
Dos grupos deben escribir, el primero tres y el segundo diez, razones por las que cada persona podría considerarse feliz. Al final, preguntados, el segundo, con más justificaciones, se sintió menos dichoso. Explicación: como se encontró más difícil llegar a esa cantidad mayor, el inconsciente les aseguró: no está tan fácil la cosa. En igual sentido, en otros dos grupos, a las personas se les pide que expresen, el primero con tres y el segundo con diez, recuerdos para sentirse desventurados. Al final, el de más justificaciones se sintió menos agobiado. Explicación: les ha sido más dificultoso descubrirse como desdichados.  
Cuando un presidente de los Estados Unidos, en su posesión asegura que la economía va muy bien, el país se desacelera; cuando sostiene que va mal, los negocios y la economía mejoran. Explicación: en el primer evento se baja la guardia, mientras que en el segundo se apresuran, todos los que tienen que ver con los temas  económicos, por tratar de mejorar el asunto. Más optimismo produce menos. A los miembros de los comités de empresas con pensamiento lateral se les exige: no traigan soluciones, traigan más y más problemas. Explicación: lo primero hace que el comité se vuelva molondro, como si le sirvieran “agua molida”, y que no se preocupen ellos por generar iniciativas, mientras que en el segundo evento se promueve la creatividad de las posibles soluciones. 
Nuestro idioma tiene un verbo, de falso sonido, procrastinar, con muchas erres después de unas consonantes, lo cual golpea el oído, y que consiste en aplazar. Siempre se nos ha enseñado eso de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, casi un dogma. Pues bien, Grant lo cuestiona, y se refiere a la “procrastinación positiva”. Cuando damos una tarea por terminada, el cerebro la archiva y se desentiende; pero si se la deja abierta, la materia gris la sigue trabajando, puliéndola, enriqueciéndola. Dos famosos discursos, el de Lincoln en Gettysburg, y el de Martin Luther King, el de “tengo un sueño”, los trabajaron con anterioridad, pero solo los terminaron unas horas antes de pronunciarlos. Asuntos de MarkTwain: “no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana”.
Tal vez las mujeres, que son sicólogas naturales y que por intuición venida desde el más allá conocen mejor el corazón humano, podrían explicar lo anterior. Saben ellas que ante un pretendiente intenso, lo que se les genera es rechazo. En cambio, el indiferente, el de menos insistencia, suscita más en ellas. ¿Por qué?