El 6  de junio de 1944, Segunda Guerra Mundial, hace ochenta años desembarcaron tropas aliadas en Francia, en Normandía. Fue el comienzo de la derrota de Hitler, el “Día D” lleno de positivas casualidades. Veamos antes otras diferentes y también comprobadas. 
Conversan Freud y Jung. Este siente un espasmo en el estómago y dice: va a ocurrir algo. Se  oye un estruendo en la biblioteca. Asegura Jung: es la “sincronicidad”, fenómenos síquicos interconectados. Freud se burla. Continúan. Jung siente lo mismo y previene que se repetirá y así acontece.  Freud, son tonterías. Continúan y hablan sobre golondrinas y… y en ese preciso momento una de ellas entra por la ventana, revolotea entre los dos, como saludándolos, y se va.
Un 5 de diciembre de 1664, en el estrecho de Menay, en Irlanda, una embarcación naufraga y el único sobreviviente se llama Hugh Williams. Otro 5 de diciembre de 1785, en el mismo paraje, otro barco se hunde y solo hay un sobreviviente: Hugh Williams. Agosto de 1820, un velero con 25 pasajeros zozobra en igual lugar y solo sobrevive uno, Hugh Williams.
Un 21 de julio de 1974, Neville Ebbin, de 17 años, en las Bermudas, en su motocicleta, es atropellado por un taxi y muere. El siguiente 21 de julio de 1975, igual le  ocurre a Erksine, su hermano menor, que así fenece. En los dos accidentes resulta ser el mismo taxi el causante, con el mismo conductor y con el mismo pasajero. Está documentado. 
Y también en la farándula. Cuenta Marlon Brando que en una fiesta, en lo oscurito y mientras Marilyn Monroe en un rincón tocaba el piano, aquel, con unos tragos, se tropezó con el asiento de ella. “Un accidente, lo siento”. La Monroe le sonrió: “los accidentes no existen”. Galante se sentó a su lado, unos compases y efectivamente simpatizaron ahí. Casualidad para Brando que consiguió, según sus palabras, hacer realidad “el sueño de todo soldado”. 
Viene a cuento el “Día D”, repito, junio 6 de 1944, fecha del desembarco de las tropas aliadas. El litoral francés, muy protegido con tropas y minas, “la gran muralla”, y por eso las primeras horas del desembarco serían las definitivas, para el éxito o el fracaso. Cerca de Normandía, en Calais, sí estaban dos fuertes divisiones alemanas, trasladables al sitio del desembarco y capaces de abortarlo, pero muchas coincidencias las neutralizaron.
Estas fueron las coincidencias.
1-. Eisenhower fija el amanecer del 5 de junio para el desembarco, pero, por las condiciones climáticas, lo pospone para el 6, a las 2:30 de la madrugada.
2-. Ese  día 6 cumple años la esposa del temible y eficaz mariscal Erwin Rommel, encargado de la defensa, quien se desplaza a Alemania ese día 5 para celebrarlo. En su escritorio tiene la orden de movilizar esas dos divisiones de Caláis a Normandía; la mira y lo duda; decide firmarla a su regreso.
3-. El el general Erich Markus hubiera podido dar esa orden. Pero… pero ocurre que también celebra su cumpleaños, y no pueden encontrarlo.
4-. Otro general, Gerd von Rundstedt, también pudo dar la orden. Le avisan de paracaidistas, concluye que es el comienzo de la invasión y la envía. En Caláis las dos divisiones alemanas se aprestan rumbo a Normandía.
5-. En Berlín, el general Jodl, jefe de von Rundstendt, a las 6.30 a.m. y por casualidad se entera de esa orden. Como le guarda gran antipatía, la anula.
6-. Von Rundstendt estaba habilitado para  llamar directamente a Hitler, para solicitarle la ratificación del traslado, pero, como lo desprecia, se abstiene.
7-. Esa mañana del 6, hora 10:15, enterado, Hitler ordena el traslado. Pero… pero llega un informe de un espía creíble que asegura que Normandía es una distracción, y que la  verdadera  invasión será por Calais. Hitler la anula.
8-. Hasta los vientos repentinos fueron propicios. Utah era la principal de las cinco playas escogidas, y la mejor defendida. Ráfagas fuertes desviaron a esos marines a donde la defensa era más débil.
El general alemán Max Pmsel concluyó: “desplazadas a tiempo esas dos divisiones, el desembarco hubiera fracasado”. 
Coincidencias tantas dan la razón a la Monroe: no todo son casualidades. Maquiavelo va más allá y afirma: Dios  no lo hace todo, sino que deja la otra mitad para que la configuren los hombres. Y Einstein, cuando los físicos cuánticos descubrieron que a nivel atómico no se da la relación causa-efecto, sentenció: “Dios no juega a los dados”. 
Tantas casualidades en Normandía, ¿qué? Tal vez fueron la otra mitad, la de Dios, para derrotar a Hitler.