Buscando en mi biblioteca un nuevo libro para sumergirme en el mundo del saber encontré uno titulado Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo, impreso en 1991 y escrito por Guy Sorman, quien le hace una entrevista a Friedrich Von Hayek, economista y filósofo de origen austriaco, quien perteneció al grupo de intelectuales que revolucionó los conocimientos del siglo XX.

Sorman define a Hayek como ‘el maestro de pensamiento de todos los liberales modernos’ por sus aportes a una sociedad liberal y a la economía de mercado. Las páginas del capítulo que leí me dejaron atónito, ¿cómo pudo alguien predecir hace 34 años lo que sucede hoy en Colombia?

Hayek le dice a Sorman que: “la ley en sí misma ha perdido su sentido; hoy ya no es más que una regla cambiante destinada a servir intereses particulares. ¡En nombre de la justicia social!”, esa que han usado para imponer una clase política, distorsionando la realidad de lo que significa la democracia.

Con el cuento de que todo es por la justicia social -que ni entienden qué es- se apropian del Estado para poner a las empresas públicas a su servicio particular y de esa forma asegurar su permanencia en el poder.

Bien lo resume Hayek: “Los gobiernos se han convertido en instituciones de beneficencia expuestas al chantaje de intereses organizados”.

Se han olvidado de lo que significan los partidos políticos y la formación de los mismos. Han desinstitucionalizado los poderes democráticos para ocultar la corrupción. Compran con dineros a los presidentes del Congreso para asegurar reformas y desenvainan el sable de Bolívar en nombre de la justicia social, que no es otra cosa que “una ficción, una varita mágica. Nadie sabe en qué consiste”.

¿Hasta cuándo los ciudadanos se dejarán engañar e instrumentalizar con la misma retórica? Es imperativo que llegue el despertar del pueblo y que entiendan que cuando un político entrega beneficios con los recursos del Estado, reflejados en educación gratis, vivienda gratis, subsidios, contratos de prestación de servicios (empleo militante), el fondo de los recursos no es del político sino del contribuyente que paga con su trabajo los impuestos.

Esta simetría entre beneficios visibles y costos invisibles -como lo dice Hayek- crea el engranaje que lanza a los gobiernos a gastar cada vez más para conservar la mayoría política.

Solicitan una consulta popular con el vago concepto de la justicia social, pero lo que realmente buscan es comprar mediante el engaño el favor del pueblo para mantener las mayorías políticas: “El político ya no es el representante del interés general.

Se ha convertido en el administrador de un fondo comercial: la opinión pública es un mercado en el que el gobierno busca maximizar sus voces mediante la distribución de favores”.

Acertado Hayek al manifestar que los ciudadanos en las “sociedades occidentales han dejado de ser autónomos, están como drogados, dependiendo de los dones del Estado”, tal como sucede con los contratos de prestación de servicios, que esclavizan al ciudadano y lo mantiene atado y amarrado al ejecutivo de turno sin importar cuáles pueden ser las consecuencias de ese excesivo gasto público, que al final nos va a llevar al empobrecimiento general y al desempleo, porque como lo expresa el pensador, “los recursos disponibles para la producción de riqueza se agotan indefectiblemente”.

Estamos en un problema grave, en el cual el objetivo es debilitar las instituciones, esclavizar a la gente con empleo militante y pagar para aprobar reformas. ¡Hemos confundido ideal democrático con tiranía de la mayoría!