Cuando aparecen síntomas y signos de enfermedad generalmente acudimos al médico, esperando que este pueda remediar el problema. En el caso de una infección, el médico puede decir “tengo un antibiótico que, sin efectos secundarios, lo curará definitivamente”, y el paciente sólo tiene que tomar el medicamento. En otros casos, cuando la definición del problema no es clara y no hay una solución técnica; cuando se trata de un cáncer avanzado en el que la probabilidad de curación es remota, no basta con diagnosticar un problema y hacer una prescripción médica, es necesario que un equipo médico interdisciplinario, así como las personas alrededor del paciente, tejan una red que lo acompañe para tener la mejor calidad de vida durante el tiempo que le queda.
Ronald Heifetz, director-fundador del Centro de Liderazgo Público en la Escuela Harvard Kennedy, reconocido por su innovador trabajo sobre liderazgo, hace referencia a estas situaciones médicas para ilustrar dos tipos de retos y formas de abordarlos. El primer caso del ejemplo anterior entra en la categoría de los Retos Técnicos: es claro el problema, hay una solución que se puede implementar y hay un médico especialista a cargo. El segundo caso requiere mucho aprendizaje, la carga está principalmente en el paciente y su red de apoyo, más que en el médico; esto es lo que se denomina un Reto Adaptativo. Desafortunadamente, dice Heifetz, ni los pacientes, ni los médicos, son proclives a diferenciar lo técnico de lo adaptativo.
Es lo mismo que nos pasa hoy como sociedad: estamos enfrentando una serie de retos adaptativos y seguimos buscando soluciones técnicas que se quedan cortas y muchas veces hacen daño. Nos cuesta reconocer que el mundo cambió y la incertidumbre, nos guste o no, vino para quedarse. Esto quiere decir que no es posible seguir haciendo más de lo mismo, necesitamos explorar e identificar otras formas de hacer las cosas. La incertidumbre no es un hueco negro, es un espacio en el que podemos encontrar nuevas posibilidades para avanzar como personas, como sociedad, como humanidad.
Es más, la incertidumbre, para la cual no estamos preparados, despierta en nosotros emociones que no ayudan a tomar buenas decisiones. Por un lado, aparece el miedo, esa sensación de riesgo y peligro asociada con situaciones difíciles del pasado, que nos lleva a resguardarnos, escondernos y huir, con el cuerpo o con la mente. También aparece la ansiedad, producto de expectativas que solo están en nuestra mente y no corresponden con la realidad. Y, como si fuéramos niños o niñas, buscamos falsas seguridades y respuestas en el lugar equivocado para tratar de recuperar el control y sentirnos tranquilos.
Enfrentar los retos adaptativos que hoy tenemos en cada ciudad de Colombia, en Latinoamérica, en el mundo empieza por reconocer que no podemos seguir eligiendo dirigentes que, desde la autoridad, el control, el populismo, la polarización y las verdades a medias, nos pinten ‘pajaritos de oro’ que se destiñen en el primer ‘aguacero’. Nuestra responsabilidad como ciudadanos en este mundo B.A.N.I -quebradizo y frágil, ansioso, no lineal, incomprensible-, empieza por entender la complejidad que estamos viviendo, lo que requiere una dosis importante de inteligencia, no solo racional, también del corazón y la voluntad. Esto es consciencia, humildad y coraje, para entender que es hora de explorar y aprender juntos para encontrar nuevos caminos. Para ello se requiere empezar a generar espacios de contención que sean seguros para aportar desde la diversidad, aprovechando la sabiduría colectiva que los distintos actores de la sociedad pueden aportar.
A unas semanas de las elecciones regionales en Colombia, quisiera pensar que los acontecimientos de los últimos años, guerras y migraciones en todos los continentes, pobreza extrema e inequidad, polarización e incremento de las violencias, nos han enseñado algo. No se trata de votar por un caudillo, tampoco por alguien que tenga todas las soluciones, es importante que sea una buena persona, pero no es suficiente. Necesitamos dirigentes acompañados de un buen equipo interdisciplinario; con conocimiento y experiencia de lo público; con capacidad de escuchar -como dice el profesor Otto Scharmer, director del Presencing Institute del M.I.T.-; con la mente abierta para reconocer y valorar la diversidad; con el corazón abierto para salir de su territorio y entrar en el espacio de los que están sufriendo; con la voluntad abierta para tener el coraje de trabajar juntos para cocrear una nueva realidad. La tarea no es solo del gobernante, es de quienes lo acompañan y también de cada uno de nosotros como ciudadanos, somos corresponsables del mundo en el que vivimos.