Cuando miro lo que estamos viviendo en el mundo, en nuestro país y a veces en espacios más cercanos, amigos y familia, veo más violencia y guerras de las que tal vez podamos soportar, me pregunto si estamos en condiciones de sobrevivir y lograr la tan anhelada sostenibilidad o sustentabilidad. Karl Rahner, teólogo católico, alemán, considerado uno de los más importantes del siglo XX, escribió: “El hombre espiritual del futuro o será un místico, es decir una persona que ha experimentado algo, o no lo será más. Porque la espiritualidad del futuro no será transmitida ya más a través de una convicción unánime, evidente y pública, o a través de un ambiente religioso generalizado, si esto no presupone una experiencia y un compromiso personal.”
De acuerdo con su etimología, espiritualidad proviene del latín ‘spiritus’, aliento o respiro, y a su vez del griego πνεῦμα (pneuma); el aliento vital de los seres vivos que se interrumpe o “expira” con la muerte. Es lo que nos conecta y nos permite reconocer quiénes somos y para qué estamos aquí. Así que, aunque soy cristiana-católica, no voy a escribir sobre religión, pero sí sobre espiritualidad o conciencia, como cada uno prefiera llamarla. El tema que trabajé en mi tesis de maestría en Humanidades y Teología, fue la relación entre desarrollo, mujeres y espiritualidad; un ejercicio que me ayudó a explorar caminos y observar, con mayor profundidad, preguntas que tal vez tengan sentido también para usted:
1. ¿Por qué la voz femenina ha estado tan escondida en los ámbitos del desarrollo? Alguien puede decir que las mujeres hoy tienen un papel más relevante; pero, también observamos que, quienes han encabezado la guerra a lo largo de la historia y siguen haciéndolo, son personajes masculinos con corazones cerrados.
2. ¿Qué pasaría si esa sensibilidad o vulnerabilidad, que parece estar más desarrollada en las mujeres, tal vez por su condición de engendrar vida, se pusiera al servicio de la sociedad? Infortunadamente, digo yo, algunas mujeres que llegan a cargos a posiciones de poder creen que tienen que dejar su vulnerabilidad a un lado, esto es su humanidad, para encajar en el mundo masculino.
3. ¿Cómo sería el desarrollo mirado desde la espiritualidad o, si lo prefiere, desde un mayor nivel de conciencia?
Pandemia, guerras, muertes violentas y accidentes absurdos, calentamiento global, pobreza y marginalidad, son señales que nos invitan a estar más conectados y avanzar juntos con un verdadero sentido de comunidad.
No tengo respuestas a estos interrogantes y tal vez no se trata de encontrar respuestas; mejor, como dicen, tanto el profesor Otto Scharmer como el papa Francisco, el primero budista y el segundo católico, necesitamos hacer dos viajes: Hacia nuestro interior para conectarnos con nuestra esencia, fuente o alma; y hacia la periferia, hacia el lugar donde están los que sufren para reconocer que no somos tan distintos, que el otro también soy yo; los dos hacemos parte de este Universo y tenemos derecho a una vida digna. Ojo, no se trata de ‘ayudar’ a los demás para que hagan lo que nosotros creemos que deben hacer; el escritor y sacerdote Pablo D’ors, dice que la mejor ayuda que podemos dar a los demás, el mejor aporte que podríamos dar a la humanidad, sería dejar al otro en paz para que pueda ser él mismo. No quiere decir que seamos indiferentes, se trata de soltar las expectativas sobre los demás y aceptarlo como es, para hacernos cargo de nosotros y permitir que el otro también lo haga.
La espiritualidad es el aliento de vida, es lo que nos ayuda a poner pausa, darnos cuenta y tomar conciencia de quiénes somos, más allá de las apariencias. Es lo que encontramos, no en el ruido y las carreras de la vida, sino en la quietud y el silencio, que nos permite estar en paz y reflejarla en nuestra vida ¿Cómo entrar en este camino? ‘Nadie me ha enseñado’. Es verdad, nos preparan para desenvolvernos en una profesión, desempeñar una tarea, lograr resultados; se nos va la vida corriendo y haciendo cosas que muchas veces no tienen sentido. Quiero invitarlo para que haga un alto y se permita entrar en un espacio de quietud y silencio, para respirar más despacio y estar en contacto con usted.
Deje que aparezca ‘lo que sea’, no lo juzgue, solo mírelo con compasión y ternura. No vinimos a trabajar y producir, estamos aquí para vivir, ojalá en paz y armonía con nosotros, con los otros y con la naturaleza.