Uno de mis pequeños libros favoritos es ‘El Principito’, escrito en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial por Antoine de Saint-Exupéry y con más de 145 millones de ejemplares vendidos. La dedicatoria dice: “Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo (...)”. Después de tres excusas Saint-Exupéry escribe: “Si no fueran suficientes todas estas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria: A LEÓN WERTH cuando era niño”.
¿Qué recuerda de su niñez? ¿Qué tan importante era sentirse cuidado y acompañado? ¿A qué le tenía miedo? ¿Con qué soñaba? ¿Es consciente de el niño que habita en su interior? ¿Cómo se siente cuando piensa en su infancia? Dese permiso de conectarse con estos recuerdos y emociones, sienta que ese niño está sentado con usted leyendo esta columna, que no solo es un reporte frío de algo más que hoy pasa en el mundo, es un tema que debería tocarnos el alma, tal vez así tomemos conciencia y hagamos algo.
El 5 de junio de 1982 se inició la guerra de Israel contra terroristas palestinos en el sur del Líbano, llamada “Operación de Paz en Galilea”. El 19 de agosto de ese año, en su sesión especial de emergencia sobre el tema palestino, la Asamblea General de la ONU “consternada por el gran número de niños inocentes palestinos y libaneses víctimas de los actos de agresión de Israel”, decidió conmemorar cada 4 de junio el Día Internacional de los Niños víctimas inocentes de agresión; un día para tomar conciencia del dolor de niños y niñas de todo el mundo, víctimas de abuso físico, mental y emocional.
El Objetivo 16 de la Agenda 2030 busca promover sociedades pacíficas e inclusivas, facilitar el acceso a la justicia para toda la población y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles; la meta 16.2 de este objetivo es “Poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños”. No podríamos estar más rajados en este tema. Según datos de la OMS -Organización Mundial de la Salud-, hasta 1.000 millones de niños en el mundo, entre 2 y 17 años, fueron víctimas de abusos físicos, sexuales, emocionales o abandono en 2022. Catherine Russell, directora de UNICEF, dice que, como consecuencia de la guerra, hoy millones de niños y niñas se acuestan con frío y con miedo, muchos han muerto o han resultado heridos, otros han perdido a sus padres o familiares, además de sus casas, escuelas y patios de recreo.
En los últimos 18 años se han verificado alrededor de 315.000 violaciones graves contra la infancia en África, Asia, Oriente Medio y América Latina, entre los que hay: muertos y mutilados, reclutados y utilizados por grupos armados, secuestrados, y sometidos a violencia sexual. Siento un dolor infinito cuando veo estas cifras y me pregunto si vamos a ser capaces de construir un mundo mejor, dejando de lado nuestros niños. ¿Qué hacer? UNICEF plantea siete estrategias para la acción: implementación y cumplimiento de leyes; cambio en las normas y valores; ambientes seguros; apoyo para padres y cuidadores; fortalecimiento de la economía familiar; servicios de atención para esta población; educación y habilidades para la vida. 
Identificar estrategias y proponer normas puede ser fácil, el reto está en generar acciones colectivas con sentido, que tengan un impacto sostenible. ¿Qué se puede esperar de gobiernos tan ‘enredados’ como los que hoy tenemos en algunos países frente a esta situación? Tal vez sea importante que cada uno de nosotros asuma un papel más activo en el ámbito de su influencia. Dice Gabriela Mistral: “Muchas de las cosas que necesitamos pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el momento, sus huesos están en formación, su sangre también lo está y sus sentidos se están desarrollando, no podemos contestarles mañana, su nombre es hoy” (Gabriela Mistral). 
No solo se trata de defender el bienestar de los niños que están en zonas de riesgo en el mundo; los niños representan la supervivencia y el progreso de la humanidad. Un niño maltratado, abusado, víctima de violencia será un adulto con dificultades para aportar a la construcción de una sociedad pacífica. Que no se nos olvide que también fuimos niños y los necesitamos para construir futuro.