Estoy en un momento de la vida en el que lo más importante es hacer cosas que tengan sentido, que aporten a un propósito mayor, que contribuyan a poner un granito de arena o sembrar una semilla para hacer de este un mejor sitio para todos. A veces, después de hacer todo lo que estaba a mi alcance para que las cosas salieran bien, no lo logro y siento que la frustración se apodera de mí. Sin embargo, me doy cuenta de que la frustración viene de mi ego, de la necesidad de que todo salga bien; es ahí cuando tomo conciencia y reconozco que lo más importante y lo único que está en mis manos es dar lo mejor de mí, pues el resultado depende de muchas personas y de otros factores que no puedo controlar. Reconocer que no somos héroes o heroínas, que nuestras acciones tienen un límite y que, con o sin nosotros, el mundo sigue su curso normal, puede ser un buen paso para la reconciliarnos con nosotros y con nuestras circunstancias.
La falta de aceptación de la realidad nos lleva a vivir en el pasado, nos impide ver lo nuevo que está emergiendo y las posibilidades que se abren para caminar hacia el futuro. En ocasiones, cuando las cosas no salen como quisiéramos y especialmente cuando el entorno es cada vez más incierto y complejo, podemos caer en la resignación que no es lo mismo que la aceptación ¿Cuál es la diferencia? La resignación está acompañada de un sentimiento de impotencia e incapacidad que conduce a la pasividad ‘no importa lo que haga las cosas van a seguir igual’, aparece la culpa por no haber hecho lo suficiente o por haber hecho algo incorrecto, es como ponerse unos lentes oscuros que no dejan pasar la luz e impiden reconocer los aprendizajes de esos momentos difíciles que son la principal fuente de crecimiento. La resignación es ‘no hay más opción y me toca’; la aceptación es ‘esta vez no salió bien y en el futuro puedo hacerlo diferente’. Aceptar es poner en perspectiva las cosas para no dejarnos arrastrar por el pesimismo y la desmotivación.
Tomar uno u otro camino es cuestión de elección; no podemos elegir lo que nos pasa, pero, como decía sabiamente el psiquiatra judío Viktor Frankl, ‘A un hombre se le puede arrebatar todo, salvo la última de las libertades humanas - elegir su actitud frente a las circunstancias- decidir su propio camino’. Tal vez no hayamos tenido el mejor año, tal vez hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para dar lo mejor de nosotros, tal vez pensábamos que lo peor ya había pasado y que todo lo que seguiría tenía que ser mejor. Pasada la crisis de la pandemia entramos en un período donde la salud se sigue viendo amenazada por virus respiratorios que siguen mutando; Rusia y Ucrania entraron en una guerra absurda que parece no tener fin; el expresidente Castillo de Perú intentó cerrar el Congreso y dar un golpe de Estado; por mencionar algunos de los temas que cada día estamos viendo en las noticias y que algunos experimentan en ‘carne propia’.
En tiempos complejos de alta incertidumbre como los de hoy, es importante que no caigamos en la trampa de querer regresar al pasado, de pelear con lo que es inevitable, de responsabilizar a otros o culparnos a nosotros mismos; es importante que seamos capaces de, como dice Otto Scharmer, profesor del MIT, acceder a nuestra propia ignorancia -el sitio donde nos atrevemos a decir no sé-, conectarnos con nuestra vulnerabilidad -para ser compasivos y experimentar la empatía-, dejar de luchar con el pasado y rendirnos -soltar el miedo que nos ata y nos impide ver las nuevas posibilidades-.
Mi invitación para esta Navidad, independiente del credo de cada uno, es hacer un alto en el camino para mirar amorosamente la realidad propia y de nuestro entorno. Lo amoroso es sereno, pacífico, suave, sin recriminaciones ni culpas, sin rabia, sin miedo, sin juicios; simplemente observar para reconocer que hicimos lo mejor con lo que teníamos en cada momento. Es tiempo de esperanza y ésta no se construye soñando, sino haciéndonos cargo de la parte que nos corresponde a cada uno de nosotros. Dejemos de pelear con dirigentes, jefes, compañeros, familiares, con nosotros mismos, enfoquemos nuestra energía y capacidades en tender puentes y seguir abriendo caminos, así se construye la esperanza. Usted es libre de elegir ¿Resignación o aceptación? ¿Hay algún cambio que quiera hacer?