Después del dulce desquite con los clubes chicos que no alcanzó a mitigar la pena de la Suramericana, al Once Caldas le toca ahora mirar de frente la Copa y la Liga para ver como regresa al escenario internacional. No lograrlo marcará un semestre de ricas sensaciones, mucho billete, ruido, y de aquello nada.

Con la primera, el premio es un cupo en la Libertadores, pero hay que ganarla. Llegar a la final y perderla no es representativo, como sucedió en 2018 con Bodhert cuando Once Caldas fue subcampeón detrás de Nacional, el mismo rival de este jueves empezando acá y cerrando en el Atanasio, aparte de tener que jugar dos rondas más.

La clave, por Liga, es ubicarse dentro de los ocho, pues casi que automáticamente adquiere uno de los derechos por Colombia para cualquiera de los eventos de Conmebol. Faltan seis fechas, 18 puntos, y hay que llegar a 30 que parece el límite teórico. Anoche disputaba tres frente al abatido Equidad. Estas líneas fueron escritas antes.

En los campeonatos de Dimayor ha sido común que los últimos en clasificar, aquellos que entran sin favoritismo e inclusive los que cambian de entrenador a mitad de campaña, terminan coronando. Nada garantiza que estar en la punta o liderar la fase de grupos sea determinante, como tampoco pasar la mayor parte de las fechas por fuera.

Sucedió con Pereira, triunfador estando en proceso de liquidación; el Junior de Arturo Reyes que accedió penando y no tenía gracia, el Bucaramanga que levantó su primer trofeo de la historia contra los pronósticos y hasta con Santa Fe que era el “patito feo” el semestre pasado. Una buena racha y un grupo convencido pueden resultar suficientes.

Lo fundamental es llegar. Además, no avanzar supondrá para Once Caldas un desastre deportivo lamentable porque tiene la mejor conformación del lustro reciente, una continuidad de dos años en asuntos de trabajo, un cuerpo técnico confiable compenetrado con el plantel y jugadores que han alcanzado un tope alto de rendimiento.

Una lástima haberla desatendido, error garrafal porque otra sería la suerte con más unidades en la tabla, algunas de ellas regaladas por cuidarse en demasía en aras de la frustrada Suramericana. Ahora está en la obligación de exigirse al máximo para no fallar sabiendo el riesgo de que al final de temporada se puede quedar en ceros.

Lo otro es que metiéndose, y en caso de retomar el nivel que tuvo en la competencia internacional, tendría con qué aspirar. Lo demostró, ningún estadio ni rival le quedó grande, los encaró con argumentos y lo reflejó con las cifras de campaña hasta la fallida noche del 24 de septiembre. Sería la gran ocasión para resarcirse y la mejor forma de sanar la herida. Insisto en que desconozco el resultado de este lunes ante Equidad, que espero haya sido positivo porque al igual que contra Chicó y Pasto se lo encontró en su peor momento, y Once Caldas ha sabido aprovechar frente a esos rivales débiles para imponer superioridad. Si no fue así, se complicó sin que todavía quede eliminado.

En conclusión, para quien escribe y si hubiese que determinar una ruta, no dudo que la Liga es una oportunidad única e irrepetible, pensando en macro, no solo para volver a la instancia continental sino para soñar con la estrella, pues si hace dos años estuvo cerca de la final, hoy cuenta con una nómina más fuerte, con experiencia y una deuda por pagar.

Hasta la próxima...