Poco esperanzadoras resultaron las declaraciones del mayor accionista del Once Caldas a algunos medios sobre el futuro deportivo de la institución. Dijo Jaime Pineda: “Yo quiero un equipo en cinco palabras, autosostenible, ojala en los ocho. Si alguien quiere un equipo más grande, que ayude. Así de simple”.
Un visión empresarial muy particular que deja al descubierto que el interés mayor es de tipo económico, sin la ambición de títulos y trofeos, a menos que casualmente se vayan presentando las opciones como sucedió en la Copa Suramericana. Sin riesgos en la inversión, no obstante el buen ejercicio que representó la experiencia internacional pasada. Once Caldas es una entidad privada, es cierto, de atracción regional, que despierta sentimientos, desborda emociones y toca el corazón de la comunidad. Esa segunda parte se llama pasión, que el propio dirigente admite no tener, pero que debería entender, aceptar y respetar, dado que el círculo de influencia de su negocio está aquí, con la hinchada local.
Posiciones como “si me aburren a mí en Manizales que pasa, pues que el equipo se va a pique y ya” suena falta de afecto y consideración hacia una plaza que, independiente de que haya voces que protesten, en su mayoría reconoce la gestión hecha y la consolidación estructural que como club ha tenido el Once Caldas bajo su control.
Lo que pasa es que el fútbol, contrario a otras unidades de negocio que son de su propiedad, tiene componentes que lo hacen diferente por las características del mercado, por los costos disparejos y elevados de la materia prima, y porque la variabilidad de los ingresos depende de muchos factores circunstanciales.
Extraña que un hombre de su naturaleza, y con base en el ejemplo del Once Caldas que sumó mucho este semestre, lo que tanto le gusta, y restó poco, en esa ecuación que marca su vida, no vaya más allá para realizar inversiones que le permitan mayores posibilidades de éxito y por ende, utilidades superiores, propósito válido en su papel de empresario.
Por eso, y aunque se creyó que la campaña en la Suramericana revolucionaría las pretensiones en lo deportivo, las políticas de dirección no cambian, y a ellas se acomodan el director técnico y la comisión de contrataciones que no refuta, ni se atreven a disuadirlo, limitándose a cumplir órdenes y proyectar sobre presupuestos estrechos.
Con razón suenan como primeros refuerzos, Ronaldo Pájaro y Sebastián Navarro, de bajo perfil ambos, interesantes, pero que no mueven al aficionado. Muy del corte de Hernán Darío Herrera, quien pareciera no atreverse a contrariar a su jefe, prefiriendo acomodarse a las reglas antes que procurar nombres que sacudan la platea.
Se sabe quién manda, y como es fútbol cualquier cosa puede suceder, pero queda la sensación de que se desaprovecha una coyuntura excepcional para crecer con ese plantel trabajado, técnicamente apto y con tiempo de servicio conformado en la actualidad, que necesariamente requiere tres o cuatro inyecciones de categoría para elevar las certezas.
Todavía lo pueden hacer entrar en razón, nadie está pidiendo imposibles, ni gastos exorbitantes, ni un plantel tipo Nacional o Junior, en donde sus dueños pasionales superan el término autosostenible, arriesgan y compiten. Es su negocio, simplemente que el espejo de 2025 le sirva para reflejar que con una nómina ganadora satisface y complace su público objetivo, y de paso, obtiene millonarias utilidades.
Hasta la próxima...