"Cuando una parte del todo cae, lo demás no está seguro" decía Séneca, político, orador y escritor romano. En Once Caldas muchas cosas parecen haber cedido, tanto que su historia del semestre se divide en un antes y un después de su eliminación en Copa Suramericana con la paradoja de que se está haciendo menos con más, pues cuenta con mejor nómina.

Algo pasó al interior de la institución que hizo metástasis. Once Caldas se lleno de fisuras, implosionó, se reventó por dentro y sus estímulos recientes han sido insuficientes. Pensar en clasificar es una quimera, aunque esto es fútbol como anotaba con frecuencia Diego Corredor, y la matemática todavía da chance.

Hernán Darío Herrera cavó su propia tumba. Alcahueteó la indisciplina, se sumó a las celebraciones folclóricas permitiendo, por ejemplo, la llegada saltando sobre un bus cuando el momento exigía concentración plena y se dejó llevar por las emociones públicas en torno a Dayro y la selección, siendo esos mismos hechos los que hoy lo condenan.

Once Caldas está ad-portas de quedarse sin nada en una temporada en la que lo tuvo todo. Del éxtasis de golear rivales débiles, obtener resonantes victorias por fuera y ser orgullo nacional, a uno más, sin alma, desorientado y sin espíritu guerrero. Se desconocen las razones, pero la unidad y la cohesión del grupo están laceradas.

Después de aquella dolorosa jornada contra Independiente del Valle se rompió el idilio Arriero-Dayro, y el efecto sacudió el vestuario. De imprescindible a alternativa, y los excesos del goleador colmaron la paciencia. La tapa fue devolverlo de Pereira, sin embarcarlo en el vuelo hacia los Llanos donde Once Caldas se jugaba la vida.

Debió ser grave el asunto para que se tomara la drástica determinación frente a quien como ídolo, aparentemente, se le soportaban comportamientos de este tipo. ¿Por qué ahora se le separó? ¿qué sucedió? Hasta que haya una explicación oficial, Dayro seguirá en el ojo del huracán como responsable directo de la crisis interna que se vive. Sin que sea el único, porque a la par se han dado situaciones alternas que coinciden con este duro trance. ¿Por qué ante Llaneros se sacrificó talento por marca necesitando la victoria (Gómez y Zuleta en el banco)? ¿por qué Zapata no entró en el circuito de juego? ¿por qué Mateo García capitán, no James Aguirre? ¿Y Alejandro García?

Herrera subestimó la Liga y la Copa por lo Internacional de donde salió humillado en casa, y ahora la tiene patas arriba teniéndole que ganar a Nacional en Medellín este miércoles, y agarrando los 12 puntos que restan por Liga. Rumbo a un fracaso inesperado y a una salida indigna en un semestre que venía bonito y de sensaciones indescriptibles.

El Arriero tiene condiciones de buen líder, lo ha demostrado, pero debe recomponer a riesgo de que no le alcance, y el club debe proporcionar las informaciones adecuadas cerrando espacio a especulaciones que desvirtúan su imagen. No hubo resiliencia, fue como si todo se hubiese hundido en la crisis post Suramericana que hizo un daño terrible.

Tampoco el entrenador puede ser simplista en sus apreciaciones, la autocrítica ayuda. Se le escuchó decir que el partido ante Llaneros se perdió en cinco minutos y que en el primer tiempo se generaron grandes opciones cuando no hubo un solo tiro directo al arco. Lo peor en los malos días es hacerse el loco y desentenderse de los problemas.

Hasta la próxima...