La que denominaron celebración por anticipado, que no fue tal, según afirman, sino un ritual común antes de los partidos, sirvió para la burla, la humillación, el irrespeto y quedó ahí, como otro oso del fútbol colombiano. Algunos medios publicaron: "Por triunfalismo, Once Caldas pasó de ser esperanza y orgullo nacional a vergüenza internacional".

Una mala interpretación que hace daño, difícil de reparar y que revive fantasmas afines con el folclorismo: antes del mundial USA-94 nos sentíamos campeones y fuimos los primeros eliminados. Este año, en la Copa América femenina contra Brasil, ya festejábamos hasta que un gol en el último minuto nos quitó el título.

Muy triste la forma como salió Once Caldas de la Suramericana, mazazo del que los hinchas tardarán en recuperarse. ¿Qué pasó? ni el técnico supo dar explicación como lo dijo tras la goleada sobre Chicó en la que Robert Mejía, por ejemplo, anotó y elevó sus manos al cielo ofreciendo disculpas. Sombras de un descalabro que dejó heridas incurables.

Pero ¿qué pasó?. Cómo un equipo con semejantes números en Copa (10 victorias en 13 partidos; 22 goles marcados) que había hecho lo más complicado: ganar 0-2 en Quito; metido de cabeza en la competencia, con 30 mil hinchas blancos en Palogrande y el país deportivo arropándolo, juega como lo hizo Once Caldas.

Noche lúgubre que contrastó con el entusiasmo de la ciudad que estaba exultante, confiada y que aterrada vio como Dayro a los 7 minutos se comió un gol claro, Zuleta desperdició un mano a mano, y que a partir de ahí los ecuatorianos se montaron con categoría y dominaron a plenitud. Si hubieran necesitado 3 goles los hubieran anotado. ¡Muy superiores!

Falló el carácter, que es la fuerza, el ímpetu, el deseo y la energía como se enfrentan las cosas. No hubo un solo rendimiento para aplaudir, ni respuestas colectivas. ¿Por qué? vaya uno a saber: inexperiencia, sobradez, exceso de celebraciones. Quizá nunca lo sabremos, pero se jugó tan mal con los titulares como con los suplentes ante el América.

Para quien escribe, el proyecto de Hernán Darío Herrera al frente de Once Caldas es positivo, de origen paternalista, sabe a lo que juega, con futbolistas de buen pie, sin grandes elucubraciones tácticas pero, para mi gusto, de un discurso limitado con el que condiciona la mentalidad del grupo, generándoles inconscientemente zonas de confort.

Desde el comienzo puntualizó que la Suramericana era la prioridad y descuidaron la Liga, teniendo comprometida la clasificación. Subrayó sobre cansancio, escasez de tiempo para entrenar, aeropuertos, viajes, falta de apoyo de la Dimayor, en una quejadera sin eco porque eran las circunstancias para administrar, y los jugadores se lo creyeron.

Luego del triunfo en Ecuador fue notoria su molestia por la diferencia en el marcador indicando que el 0-2 era insuficiente. ¿De verdad? no lo entendí. Cualquiera sabe que hasta un empate por fuera en estos torneos es oro para después liquidar en casa. Lo interpreté como un mensaje de que en “Manizales había que jugar a no perder, y no jugar para ganar”.

¿Será que eso explica la eliminación? Somos tan dados a hacer lo justo que quizá sus dirigidos intuyeron lo mismo. Una historia linda sin final feliz, y ahora sí a buscar la Liga, que no importaba, con un calendario cómodo (4 de las 7 fechas serán contra equipos virtualmente eliminados), porque la Copa Betplay que era la tercera opción trae a Nacional si mañana supera a Pasto.

Hasta la próxima...

Mario César Otálvaro