Los cuadrangulares son a otro precio. Exceptuando los cabezas de grupo que tienen ventaja deportiva (Santa Fe y América) para los demás es empezar de cero esa serie de seis partidos, en una liga que ofrece sorpresas y en la que cualquiera puede salir campeón.

Pasó con Pereira hace un par de años: su primera estrella fue en plena etapa de liquidación de la sociedad; con Bucaramanga, más motivación que talento; y hasta con Júnior, que logró la décima al entrar octavo a gatas y estar por fuera casi todo el certamen.

Once Caldas se metió a la semifinal por sus brillantes 12 jornadas iniciales. El bajonazo del final fue impresionante, tanto como la extraña pérdida de los papeles de su técnico, equivocado en convocatorias, escogencia de titulares y en las variantes.

Estas son sus cifras en las últimas ocho salidas: una sola victoria, cinco derrotas y dos empates, cinco puntos de 24 (20% de efectividad) y séptimo clasificado entre ocho. Pobre balance, que cerró con humillante derrota 0-3 ante América y el marcador en contra más abultado del semestre.

Preocupante cómo el equipo se vino a pique. Hasta la fecha 11 sólo había perdido 1-3 ante Patriotas, igualó con Equidad y Millonarios y obtuvo ocho triunfos, para 26 puntos de 33 (rendimiento del 78%). En ese lapso, Dayro marcó cinco de los seis goles que convirtió y Barrios los seis que lleva.

Desplome absoluto soportado en la falta de banco –los suplentes no dan la medida– la lesión delicada de Mateo que desbarajustó el esquema, la definición –con Dayro apagado no hubo un goleador– y las novedades físicas y médicas, raras en departamentos bien evaluados.

Con un calendario que lo favoreció porque jugaba cada ocho días –en octubre fueron tres partidos únicamente– fue demasiado alto el número de jugadores que por lesión abandonaron la titular en determinados momentos: Riquett, Cardona, Mateo, Lucas, Patiño y Dayro.

Las tarjetas también incidieron. Aunque sólo hubo un expulsado a lo largo del semestre, Stalin Valencia contra América, por acumulación de amarillas se ausentaron una fecha: Riquett, Patiño, Mateo, Lucas y Contreras.

Además, decrecieron los niveles individuales. Desaparecieron el Ríos que evocó al Víctor Hugo del Río de los años 1970, el Barrios desequilibrante, el Alejandro que mostró su mejor cara, aparte de que la banda derecha no tuvo propietario y se perdió a Mateo, el motor del mediocampo.

Finalizó Once Caldas con tres derrotas en cinco presentaciones y un nivel flojo. Por fortuna le tocó el grupo B –el A está terrible– y aunque inferior en nómina a sus rivales Tolima, Santa Fe y Júnior, si vuelve por sus raíces, algo se podrá esperar.

Ante América se erró en todo: Ezequiel Mastrolía, independiente de que se quiera ir, o cualquiera sea la razón, tenía que estar. Hasta titular debió ser por las dolencias de Aguirre, con la mala suerte de que Esteban Gallego entró y fue culpable del segundo gol.

Tampoco entendí la titularidad de Juan Camilo García y Manuel Arteaga. Había que buscar el resultado, cerrar con dignidad y salir del bache. No resultó el experimento, cuando América metió a sus figuras, goleó e hizo ver insignificante al Once Caldas.

Me gusta el trabajo del Arriero Herrera, pero está enredado. Acuérdense cómo desbarató el equipo contra Santa Fe y la discreta presentación frente a Júnior, celebrando el 0-0 en Palogrande. Un mes completo sin resultados y jugando mal. Llegó la hora de la reivindicación.

Hasta la próxima...

Mario César Otálvaro