Juanse, mi hijo con autismo, cumplió 18 años el pasado diciembre.
Tiene bigote, cédula con una foto riéndose y puede votar. ¡Sí, puede votar!
Incluso, estoy segura de que está más conectado con las necesidades de los otros que muchos gobernantes, así que sin ninguna duda votaría por él para un cargo de elección popular.
Todos los años escribo una columna el 2 de abril, por la conmemoración del Día Mundial de la Concientización del Autismo, un nombre súper largo para recordar que existe una minoría de personas que navegan el mundo de una manera diferente a la mayoría, y yo los encuentro valientes.
Imagínese que usted fuera no verbal, pero entendiera todo; que un mínimo cambio en una rutina alterara su sistema nervioso; imagínese por un momento que usted es incapaz de decir una mentira, así sea piadosa.
Ahora bien, retomando una canción de Charly García, las personas como mi parcero "están comunicadas con todo lo demás".
Ellos están conectados con la vida, y es que la vida, cuando actuamos como ecosistema, es conectada, regenerativa, inteligente y creativa.
La vida se complica cuando los humanos neurotípicos nos concentramos más en hacer cosas que en cuidar seres vivos.
Según un estudio publicado en Nature en el 2024, los plásticos del mundo por sí solos ahora pesan el doble que los animales marinos y terrestres; y los edificios y la infraestructura superan a los árboles y arbustos.
Según datos de la FAO, menos del 0,5% de las especies del planeta son domesticadas, pero concentran más del 80% de los esfuerzos de conservación; el 99,5% de la vida silvestre se extingue con menos atención, aunque sostiene nuestros ecosistemas.
Mi hijo Juanse adora correr y jugar a tocar árboles en el Bosque Popular El Prado y, no me pregunten cómo, pero sabe qué frutos comer y cuáles no; sabe separar las hojas secas de las sanas.
No tiene Instagram ni apoya causas con #CualquierCosa, pero se conmueve cuando un niño llora o cuando ve a un habitante de calle. Él no sabe de influencers, pero me reconoce a metros con esos ojazos que adoro.
Yo concluyo que está conectado con todo lo demás, así como yo lo estoy con él.
Los seres humanos promedio no somos muy buenos cuidando, pero si hablamos de cuidado, las mamás de personas con neurodiversidad somos campeonas.
Seguramente mi hijo ha despertado en mí una mirada diferente del mundo en el cual todos somos parte de todo; en el que el cuidado es un valor; en el que no mentir ni aparentar y mirar hacia adentro permite entender afuera; en el que venimos a aprender y crear para todos, incluyendo al planeta.
Yo sueño con un mundo más hippitalista: celebrar la vida poniendo atención a lo importante y seguir insistiendo en hablar de Juanse y mi experiencia a su lado como una oportunidad de vivir con unos desafíos tremendos, pero más libre.
El 6 de abril, como todos los años, las familias neurodiversas marcharemos de azul y aprovecho este espacio para invitarlos a marchar a nuestro lado.