Desde su fundación, Manizales ha estado con sus pasos alineados en la visión de la trascendencia de la vida. Junto a la casa de gobierno y la escuela, ya estaba la pequeña capilla, centro de oración, canto y fraternidad.
No es extraño que en la década del 60 se iniciara en Manizales un centro de alta formación religiosa llamado el ICLA (Instituto Catequístico Latino Americano) como eco al deseo de formación de agentes de pastoral que expresó el Concilio Vaticano II.
En el edificio situado al frente del Cementerio San Esteban brotó como jardín fecundo el estudio de la Palabra de Dios y su resonancia en la vida diaria.
Por acá pasaron brillantes pastoralistas como Quira Redmond (en catequesis) y Pierre Babin (en pastoral juvenil).
En la década del 70 se produjo el cierre del ICLA por dificultades varias y al quedar el edificio vacío el arzobispo de la época, monseñor José de Jesús Pimiento, creó para la formación de los religiosos (as) y laicos(as) el CECAM (Centro de Evangelización y Catequesis de la Arquidiócesis de Manizales).
El 9 de abril del año 1979 se dio la apertura al Centro de Formación Arquidiocesano y desde entonces, creyentes con deseo de formarse mejor y servir más eficientemente en la Pastoral han gozado de la formación que en las ciencias religiosas en el Centro que ha sido llamado "la Universidad de los laicos" en Manizales.
El centro de funcionamiento es el señor arzobispo, quien nombra el director general.
Han sido directores inolvidables: el padre Hernán Montoya (1979 a 1983), el padre Bernardo Naranjo (1984), el padre Alirio Ramírez (1985 a 2002), e1 padre Rubén Darío García (2003 a 2007), el padre Rigoberto Rivera (2008 a 2011), el padre Carlos Mario Valencia (2012 a 2015), el padre Jaime Alberto Pérez (2016 a 2021) y desde el 2022 dirige con acierto y ascenso el padre Salomón Alzate.
Las parroquias, los movimientos apostólicos, las áreas de pastoral y los ministerios eclesiales han recibido desde el CECAM una fuerza propulsora de vida evangelizadora, que es como anota el lema del Año Jubilar: Un peregrinar en la esperanza, que se adorna de la alegría y la unidad comunitaria; que cree, celebra y ama como expresiones vitales cristianas.
Es un eco vivo al Salmo 77 que dice: "Él mandó a nuestros padres que lo enseñen a sus hijos … que no olviden las acciones de Dios".