Pedro el pescador apóstol, jefe en la primitiva Iglesia, fue martirizado y le sucedieron Lino, Cleto y otros que dirigían la primitiva comunidad de los creyentes en Cristo. Durante muchos siglos la sucesión de los papas era asunto de la comunidad local: obispos, clero y laicos.
Desde el siglo IV al XI la elección se volvió problema por la intromisión e influencia de emperadores y familias dominantes que impedían, auxiliaban y hasta imponían sus preferencias que llevaron a la Iglesia a una época oscura y de intrigas por poderes con nepotismos a bordo, uso de engaños y hasta violencia en el transcurso de algunos papados que si bien no desviaron el contenido de la fe sí dejaron mucho penar en las actitudes asumidas.
Qué hacer para impedir ese descenso en el espíritu del Evangelio al elegir al sucesor de Pedro en el correr de los años, era un interrogante Un primer intento lo señaló el papa Nicolás II en el año 1059 al poner como disciplina que la elección de un nuevo papa fuera obra de los cardenales.
Pero fue el papa Gregorio X quien orientó bien este acontecimiento frenando las influencias exteriores, sobre todo reales o políticas cuando estableció que al morir un papa y proceder al nombramiento del siguiente sucesor se hiciera sólo entre los cardenales del mundo y a puerta cerrada (con-clave, es decir bajo llave) y en actitud de silencio, oración, privacidad y ayuno. Esto sucedió en el año 1274.
El primer Cónclave como tal hasta hoy se realizó en Arezzo en el año 1276 y fue elegido el papa Inocencio V. Desde entonces el papa es hombre de preparación humana y espiritual, centrado en Jesucristo y en el Evangelio, con ánimo de pastor universal en la Iglesia y sin violencias ni odios.
En varias partes eclesiales se celebraron cónclaves hasta concretar que el lugar elegido para cada elección papal será la Capilla Sixtina por su carácter privado, propicio al silencio y al aislamiento; rodeado de arte que muestra desde la creación hasta la apoteósis de Jesucristo plasmada por el gran Miguel Ángel, es ambiente propicio para tan importante acto: elegir al sucesor de Pedro, jefe central de la Iglesia en su acción humana, ya que la actividad redentora es la obra de Cristo en el Espíritu Santo.
Se inicia hoy el Cónclave número 76. En Esperanza alegre oremos para que los 135 electores cardenales nos regalen el fuerte y dulce anuncio: "Les anuncio un gozo magno: tenemos nuevo papa".