Participé en días pasados en la Feria del Libro en Pereira. Definitivamente la Cámara de Comercio de esa ciudad tiene un centro de exposiciones magnífico, dotado de todas las facilidades, especialmente espacio, así que cualquier evento que se realice allí, tiene todas las bases materiales para convertirse en un éxito.
Aunque es oportuno recordar que las ferias tienen como fin reunir un gremio para que éste muestre sus productos y los venda; se perfilen otros protagonistas o se presenten nuevas ideas para de esa forma fortalecer una actividad u oficio. También es oportuno recalcar que una feria del libro es muy compleja de organizar, porque el libro es un intangible que no tiene precio y a la vez es un objeto hecho por una máquina; el libro es muy dócil y agradecido, pero igualmente reticente a malos manejos.
Voy a explicar esta idea con algo que vi en Pereira: una fila de casi 100 metros de larga de personas que querían ver al escritor Mario Mendoza y a Ligia Acebedo, mi vecina de puesto, que escribe y edita unos bellos libros infantiles cuyas ventas no alcanzaron para pagar el valor del puesto en esta feria. Dos extremos que me impresionan.
Acerca del éxito de Mendoza sobran mis comentarios, pero del caso de Ligia Acebedo, sí debo, por justicia y por pasión por los libros y por aquellos que los hacen y los leen, señalar errores y enumerar culpables, asunto que mis 20 años como editor y más de 150 libros producidos, me autorizan.
La feria, de rimbombante nombre, porque se llama la feria del libro del eje cafetero, o sea que pretende abarcar más que el municipio de Pereira, fue un éxito para las grandes editoriales extranjeras y una triste ilusión para los luchadores del libro de la región. Si este evento lo promueve la Cámara de Comercio de Pereira y opera con dineros públicos, este resultado debería costarle más que una amonestación. La promoción y por qué no decir defensa del editor local que representa la cultura regional, que emplea en su proceso de produción, que va desde la corrección de estilo, a la diagramación y la impresión, y que mueve esa frágil economía de la cultura, no tuvo lugar. Lo local tiene en el campo del libro una acepción que va mucho más allá de un torpe chauvinismo, somos el vehículo para oxigenar la región; somos la cara cultural del territorio; somos nosotros la sabia que alimenta el alma y el intelecto de la comarca, eso no lo pude hacer ningún Mario Mendoza, eso lo hacen las muchas Ligias Acebedo con sus libros. Y es de lógica que con Ligias Acebedo fuertes y respaldadas, la región va poder producir los Marios Mendoza que necesite, pero si lo que la tierra da, solo recibe el soberbio desprecio de gentes que no sabe lo que tienen entre manos, pues ¡apague y vámonos!
Los organizadores le asignaron a las pequeñas editoriales y colectivos unos mini puestos, al parecer sin costo, pero todos ellos radicados en Pereira, entonces me pregunto: ¿qué pasa con los demás editoriales independientes del resto del “eje cafetero”? Fuera que la única biblioteca presente fue la municipal de Pereira, que hizo un excelente despliegue de las actividades que realiza durante todo el año, así como debe funcionar el sistema de feria donde se muestra lo que se hizo y no centra el interés exclusivamente en ventas, porque el libro no pelecha bajo ese tipo de manejos. Ese nombre, Feria del Libro del Eje Cafetero, así como se manejó, ¿no es fraude de etiqueta? Y qué interesante sería fortalecer una feria regional que represente y le sirva a todo el gremio y toda la región, no solo a las editoriales de grandes ventas, porque las instalaciones que hay en Pereira para hacer algo grandioso y trascendental están dadas.
Los grandes partieron de Pereira con sus cuentas bancarias repletas y doña Ligia, regresó a su casa dudando de su empeño y lamentando el dinero invertido en la impresión de su, casi, docena de títulos. Ella, en vez de ser promovida y celebrada, va a desistir de continuar con esa importante y vivificante labor. Logró la Cámara de Comercio de Pereira quebrar moral y anímicamente a esta luchadora que, después de jubilada, hace patria, publicando y vendiendo libros para niños, aquel semillero sobre el cual el gremio debe colocar su protectora mano.