Toda máquina, cuando está en buen estado, puede funcionar a velocidad. Esa figura se puede trasladar a un sistema político, ya que igualmente es un engranaje donde ejes, piñones y pistones cuando trabajan articulados producen fuerza y, por ende, movimiento.
Nuestra democracia es una máquina en mal estado, de eso no cabe duda. Un piñón grande, los partidos políticos, no trabaja debidamente y entorpece el desempeño del conjunto, desdibujando las virtudes de este sistema de gobierno.
En época del bipartidismo, los partidos se desbordaban y se mataban entre ellos a pesar de ejercer la misma función dentro del sistema, y después de la Constitución de 1991, surgieron muchísimos partidos, aplazando el momento de la reestructuración de los tradicionales partidos conservador y liberal, porque habiendo un repuesto, nadie se fijó en reparar lo viejo.
Nos hemos dado cuenta que los muchos piñones-partido que han surgido y siguen apareciendo, igualmente son el síntoma de una calamidad que vive nuestra democracia, porque lo que tendrían que compactar los partidos en una democracia, esta nueva versión, solamente lo atomizó acentuando una diversidad de dudosa utilidad.
Nuestro sistema político, cuyo contrato social gira alrededor de que la gente delega en unos “representantes” su voluntad, comprometiéndose a obedecer lo que estos representantes decidan como sus legítimos voceros. Las propuestas de esa voluntad popular se canalizan a través de los partidos políticos que se nutren de la forma de ver el mundo de sus integrantes y se decantan en unas ideologías, y sobre todo, en unas metodologías. Finalmente, fuera de ser una actitud ante la vida, los partidos reflejan la mentalidad de sus miembros constituyéndose en la diferencia entre ellos.
¿Cómo va a ser eficiente nuestro sistema político si los partidos se convirtieron en unas agencias de empleo; mesas de negocios donde se venden contratos y espacios donde frágiles egos imponen su impudicia? Los partidos se diseñaron como entes sin dueño y vemos que todos están captados por un líder o por un reducido grupo que impone, al amparo del poder obtenido en las urnas, sus criterios, desajustando el sistema, causando que nuestra democracia sea lenta y casi nunca llega a donde debería permanecer.
¿En estas próximas elecciones qué debe observar el elector si realmente quiere que la democracia impere y que a los vicios políticos se les ponga fin?
Surgió la sociedad civil organizada que es una figura muy similar a la de los partidos, pero la gente no la asocia con política. Aquí también hay presidentes; hay debates y controversias; asambleas que deciden por mayoría; comités y nadie es dueño, y su líder solo asume la responsabilidad por un período limitado. Aquí se reúnen personas que tienen unos intereses parecidos y los quieren ejercer, proteger o simplemente disfrutar. Estas ONG, organizaciones no gubernamentales, se rigen por estatutos que regulan la convivencia y articulación entre humanos, que muchas veces es conflictiva, al igual que un Estado que posee una constitución donde están plasmadas las reglas del juego.
Un miembro de una ONG es lo más parecido a un demócrata, a una persona que sabe trabajar en equipo y sin ánimo de lucro. La sociedad civil conoce el tema que defiende porque está sumergida en él. No es el funcionario que dentro de nuestro roído sistema político han “colocado” en ese puesto y ejerce un poder que no sabe direccionar en beneficio de la comunidad.
Observemos antes de ir a las urnas las hojas de vida de los candidatos y prefiramos aquellos que tengan esta escuela y esta impronta, porque son ellos los que pueden ser un oportuno, no digo ideal, sustituto para los partidos en crisis y así asegurar que el gobierno de la gente realmente lo ejerza y beneficie a la gente.
Alguien de una ONG tiene una hoja de vida donde los logros son menores que en la de un político, ya que trabaja usualmente “con las uñas”, pero su intención y el cómo los realizó, demuestran un conocimiento, una pasión y una capacidad muy diferente a la del político-funcionario-tecnócrata que venimos padecido hace muchos años. Las ONG forman un tipo de líder autóctono que se sabe adaptar a condiciones adversas y producir respuestas idóneas porque ha observado su entorno por mucho tiempo.
Nuestra democracia nunca va a poder trabajar a toda marcha si no saneamos los partidos políticos y reemplazamos las partes malas, que en muchos casos ni siquiera son las piezas, sino el operario que maltrata a la máquina.
Que sean estas las elecciones donde tengamos certeza que con nuestro voto aportamos a un mejor entorno porque elegimos gente comprobadamente buena y capaz. Está en manos nuestras cortar con tanta improvisación.