No fue el fuego que destruyó una de las casas más bellas del Centro Histórico de nuestra ciudad, fue la desidia de la administración municipal. Fue este alcalde y muchos de sus antecesores, los que no se preocuparon por dotar a la región y su patrimonio con una legislación idónea y útil para estos casos.

Tiene la ciudad y el departamento un patrimonio arquitectónico que se caracteriza por estar en manos privadas. Este hecho es relevante, porque el privado no cuenta con los recursos económicos para una restauración o una reconstrucción, como es el caso de la casa de la calle 22. Hay entonces en la legislación un vacío que se torna fatal para salvar el patrimonio, un vacío que debería ser llenado por los gobernantes convocando a los congresistas de la región para, basados en las indicaciones que entidades como la Corporación Cívica Centro Histórico tienen y estatuir una legislación válida para estos casos.

No, aquí esperamos que Bogotá lo haga todo y nos sorprendemos de que los doctorcitos aquellos ignoren la problemática que enfrenta lo local.

Se sabe que la legislación patrimonial requiere de una profunda revisión, pero el funcionario local se complace en dar su negativa alegando que las leyes no le permiten actuar. En el caso de esta bella casa, cuya fachada se resiste a dejar de embellecer la ciudad guardando un asombroso equilibrio, el Estado asiste y habla en voz alta, pero por medio de la Unidad de Riesgo y los Bomberos, porque en ese campo la legislación está completa. Pero con los gestos bruscos, estos funcionarios están reconociendo que está coja la otra parte, la del patrimonio y su protección.

La ciudad pierde una joya arquitectónica y vemos que nuestros congresistas sacan pecho por los horarios escolares y el alcalde Rojas se gasta grandes sumas para ganarse un premio internacional. No que diga que él pagó por la distinción. No, me refiero a que ¿cuánto dinero se gastó en llenar formularios y poner técnicos a cumplir con requisitos y así poder entrar en la competencia? Cabe la pregunta: ¿Ese gasto no podría haber sido mejor invertido en plantear unas leyes que realmente protejan al patrimonio? Y también estoy seguro de que con esa plata se podría haber comprado esa casa y haberla restaurado. ¿Este es un problema de prioridades o de visión?

Por supuesto que el Centro Histórico va a ser una de las alternativas para renovar la Feria de Manizales después de que los toros abandonen el ruedo. Ese Centro nuestro es el reflejo de lo que somos, a pesar de que está al mando una generación que eso, tácitamente, lo niega. Ellos miran afanosamente qué hacen los vecinos para ver qué copian, olvidando que fue Manizales la ciudad que se inventó y puso a marchar la Feria más grande de América hace 70 años.

¿Cuántas casas más se deben sacrificar y que sus llamas nos iluminen a los manizaleños para encontrar el camino apropiado?