Ahora que sí debemos replantear la Feria de Manizales es importante mirar atrás y conectarnos con nuestras raíces en búsqueda de inspiración. El centenario de la Independencia en 1910 fue festejado en grande en todo el país y cierra este círculo de festividades con las conmemoraciones de los mártires que surgieron con la reconquista española, a partir de 1815 y concluyen en 1819, que fusiló a un gran número de próceres en represalia y temor a las ideas antimonárquicas.

El culto a los héroes, heroínas y mártires que se rindió en esa época está muy acorde con la acepción del pasado que plasmaron don Jesús María Henao y Gerardo Arrubla en su “Historia de Colombia”, que precisamente fue la obra ganadora del concurso adelantado por la recién fundada Academia Colombiana de Historia. La misma actitud del nuevo partido que logró dominar a la Asamblea Nacional, el republicanismo, que asimilaba líderes de ambos bandos, del liberal como del conservador, es el reflejo de ese momento que en Manizales se vivió con intensidad porque tuvo poderosos representantes como Emilio Robledo, Aquilino Villegas y Justiniano Macía.

En la Parque Caldas, antes llamado Sucre, ya se había colocado en el año 1912 la estatua del Sabio Caldas, hecha por el escultor francés Charles Roul Verlet, compañera de la que está en la Plaza Caldas en Popayán y de la que se ubica en el Parque de las Nieves en Bogotá. Dentro del discurso pronunciado por Aquilino Villegas, sobresalen estas palabras que demuestran cómo la ciudad percibía a los padres de la Patria: “… pero más que su vida es quizás su muerte la que debe ser para nosotros una vigorosa lección, es la puerta de su tumba la que se abre como una inmensa boca para preguntarnos con voces estentórea, si todavía somos capaces de tener ideas, si todavía somos capaces de sostenerlas hasta el patíbulo entre la befa del momento presente. Las estatuas no deben ser la manifestación de las vanidades infantiles de los pueblos: ellas son, ellas deben ser, duros y terribles interrogantes de bronce que el pasado plantea al porvenir. Ellas son, ellas deben ser un implacable examen de conciencia para las generaciones presentes…”.

La ley expedida para celebrar los centenarios de las muertes de Camilo Torres, que fue sacrificado el 5 de octubre, poco antes que su primo Francisco José de Caldas, en su diciente enunciado dispone: “… en esos días se izará a media asta el pabellón nacional en todos los edificios públicos del país como manifestación de duelo por el holocausto de tan prestantísimos varones, primeros entre los fundadores de la Patria, y como homenaje de reconocimiento a su augusta memoria que como la de todos los próceres de la independencia constituyen el más poderoso e inquebrantable vínculo de unión entre la Nación colombiana…”.

Había planificado la Junta Organizadora el día anterior una retreta para dar inicio a la celebración que se llevó a cabo en el Parque Caldas bellamente adornado, y a pesar de que la iluminación no funcionó debidamente, el evento causó impacto. Después de la misa y los discursos la banda del Batallón Ayacucho recorrió, en compañía de los alumnos de los colegios y las autoridades, las calles de la ciudad; fueron hasta la Plaza Bolívar y se regresaron por la carrera de La Esponsión, donde la gente desde los balcones compartía ese sentimiento patrio. Como punto especial se había organizado una cabalgata infantil en la cual participaron 200 niños.

El entusiasmo era genuino y duradero porque las celebraciones del año siguiente en el mes de noviembre, honrando la muerte de Policarpa Salavarrieta, estuvo a cargo de las mujeres que se organizaron en comités y celebraron a esta interesante heroína. Las damas de Manizales, le dirigieron un memorial al Congreso de la República pidiendo una rebaja de pena para los presos en todo el país y empataron las fiestas de la heroína con una colecta para el pabellón de tuberculosos, en cuya construcción, ellas, estaban empeñadas. Dentro de los eventos organizados para conmemorar y colectar fondos se destaca la presentación de una película de la cual la empresa, seguramente los Hermanos D’Doménico, obsequiaron el valor de la taquilla. Fiesta es sinónimo de entusiasmo, así que dejémonos inspirar por la historia y retomar la senda buena.