Es usual que el 2 de febrero de cada año se celebre el aniversario de la fundación de Supía, ostentando cifras bastante asombrosas; pero cuando uno repasa los libros de historia se encuentra con voces como la del historiador supieño Luis Fernando González Escobar, que señala que en ese asunto hay una inconsistencia mayor. Con claridad este investigador explica que ese hecho nunca sucedió, así como por muchas décadas se viene tratando ese álgido tema, y remata diciendo que nunca le han mostrado el acta que haga constar que oficiales de Jorge Robledo, el conquistador, hayan fundado a Supía, siendo este español muy acucioso con los documentos, tanto que llevaba dentro de su equipo a un notario para que le allegase todo ese papeleo típico de la administración española y con la cual los historiadores varios siglos después sustentan sus teorías.

En este lío hay que señalar que fundar es un término que en la historia regional no se ha definido lo suficiente, porque se podría decir que casi todos nuestros pueblos tienen ciertas lagunas, pero la de Supía tal vez es la más vieja, en la documentación de su origen y génesis. ¿Qué mandó Robledo a fundar? Si fue una villa, España como todo estado manejaba unas categorías de sus poblaciones y dependiendo del número de pobladores la importancia política, esta fundación se convertía en un ente administrativo que engendraría muchos papeles y ninguno de esos han sido encontrados en ningún archivo.

Ahora, hay otro argumento que desvirtúa la fundación de Supía como población en épocas de Robledo: este estratega y colonizador no necesitaba otra fundación. Fundar requería de españoles y él no los tenía, porque con cada colono él perdía un soldado. Fundar era un reto complejo que cada conquistador tenía que sopesar teniendo en cuenta sus recursos humanos y materiales. ¿Qué ganaba Robledo con otra población tan cerca a Anserma, donde tenía ya su principal sede? Seguramente Robledo hubiera fundado a Supía años más tarde, pero su prematura muerte causó que toda la región del Gran Caldas, no solo Supía, lentamente cayera en el olvido y apenas con la Colonización Antioqueña volviera al concierto nacional mostrando todo su potencial. Ahora a Supía, la región, sí la menciona Robledo como espacio donde otorgó unas encomiendas, pero es en el año de 1627 que el oidor Lesmes de Espinoza habla del pueblo de Supía, del cual tampoco hay el documento oficial pertinente, pero con la sola mención, surge un base para definir una fecha y un estado, porque apenas en 1825 el vicepresidente de la República, el general Santander, crea el municipio de Supía como tal.

¿Sería muy grave restarle a la historia de Supía 87 años? Creo que esa no es la pregunta. La interrogante es: ¿cuánta historia realmente encierran esos 87 años? Y aquí surge un vacío que el historiador González tampoco sabe llenar dejando su crítica y reclamo sujetos a la aparición de un documento. Los núcleos poblacionales que surgieron durante la conquista son unos fenómenos que no se han investigado a fondo porque en esos espacios desaparece el mundo indígena y surge una población de corte occidental que persiste hasta el día de hoy. Esas calles, plazas y casa en tapia, piedra y bahareque fueron el escenario donde se cimentó la actualidad del país, allí surgió el mestizaje que reta a la región a asumir las tres razas y entender que un pasado confuso, no es óbice para labrar un futuro promisorio.

Es curioso como en 1930 se dio la tendencia de cambiar los nombres a ciertas poblaciones, dando preferencia a usar voces indígenas, por ejemplo: San Francisco se convirtió en Chinchiná. Hoy el reto es más profundo: ubicar y reescribir, no el simple nombre de la población, sino toda la historia logrando corregir, no las fechas propiamente, sino lo que ellas implican. Es mucho más importante saber por qué surgen esas poblaciones que los nombres de las personas que estuvieron presentes ese día. Entendiendo la actitud fundacional, así la llamaba el historiador Vicente Arango, se dará un paso fundamental en dilucidar este tema. Y esto aplica a las poblaciones caldenses de naturaleza caucana, como las que surgieron durante la Colonización Antioqueña.

El debate que Fernando González plantea en su último libro: “Supía, de la invención a la conquista” señalando que ese 2 de febrero nunca fue, se debe convertir en aliciente para fortalecer el conocimiento que tiene la región de su pasado y entender que el dilema de Supía es un dilema compartido.