Gustavo Petro es un presidente caótico. Su comportamiento personal, su estructura psicológica y sus patologías mentales son el principal problema que arrastra. Es delirante y todo parece indicar que convive con un severo problema de adicción.

Hace poco, circuló una columna de mayo del 2018 que escribió Antonio Caballero en la revista Semana, la cual lo retrataba de manera magistral. Y eso que faltaban cuatro años para que fuera presidente y su delirio se multiplicara exponencialmente.

Caballero lo calificó como una mala persona. Recomiendo altamente leer esta columna titulada “Petro: teoría y práctica”. ¡Qué falta la que hace Caballero!

A esta estructura tan problemática en lo personal hay que sumarle su mirada del Estado, de la relación entre lo público y lo privado, de la economía de mercado y la intervención estatal. Su mirada está ‘petrificada’ en el tiempo, por lo cual hace propuestas de los años 70 para el 2025.

Tan de avanzada que se presenta el presidente y en muchas cosas está en el paleolítico. Solo un ejemplo, en el último consejo de ministros propuso nacionalizar todos los puertos y aeropuertos de Colombia, creyendo que así eliminará el contrabando, confundiendo causas y efectos y olvidando que sigue siendo la responsabilidad del Gobierno, a través de la DIAN y la Policía Aduanera, evitar y perseguir este delito.

Pero en medio de todo este panorama desordenado, volátil y tremendamente riesgoso para el futuro del país; de un manejo errático de la seguridad, las finanzas públicas, el tema energético, la relación con el sector empresarial, las relaciones internacionales, hay algo que la oposición no ha visto, especialmente la derecha que siempre reacciona de manera visceral, y es que Petro, en medio de tantas estupideces que dice y de ser una máquina de mentiras, dice algunas verdades, y estas verdades son las que magnifica y lo conectan con un sector de la población, según las encuestas el 30% de los ciudadanos lo apoya.

Estas verdades tienen que ver con la inequidad social del país, el abandono de amplios sectores de la población, de regiones olvidadas.

Esta conexión que ha establecido el presidente con sectores populares y olvidados no tiene una propuesta alternativa desde la oposición, la que sigue estancada en unas quejas, que si bien son ciertas, son insuficientes para que su propuesta sea atractiva para la elección del próximo presidente.

¿Qué reforma laboral favorable a los trabajadores ha presentado la oposición? Ninguna. ¿Qué alternativa en subsidios? ¿Algo han dicho de la reforma agraria?, ¿de la educación para los más pobres? ¿de la protección ambiental? Nada de nada.

Y no esperaría que saliera algo atractivo en estos temas desde la derecha, pues están cegados por la pasión, por el odio a Petro. Y el presidente seguirá en su rol de flautista hipnotizador; sus notas musicales serán frases efectistas y delirantes, pero útiles para conquistar votos.

Solo una oposición que recoja los clamores sociales, de los más pobres y olvidados, y que también actúe con responsabilidad en temas como la seguridad, la economía, la lucha anticorrupción, y tantos aspectos que se han deteriorado en este Gobierno, solo esa opción podrá vencer a Petro. Es que tiene que competirle en su terreno.

A la derecha le queda difícil por su naturaleza, entonces será responsabilidad del centro copar este espacio.