Por más de tres décadas la expresión ‘Los Reyes del Mundo’ me trajo a la mente inmediatamente la canción de Alfredo De La Fe ‘Somos Los Reyes del Mundo’; una verdadera obra maestra de la salsa, con toda la genialidad del violín de Alfredito De La Fe. Pero desde hace unos días, ‘Los Reyes del Mundo’ es para mí el título de una gran película colombiana que hay que ver. Esta cinta ganó durante todo el 2022 un buen número de premios y distinciones en los más destacados festivales de cine de Europa y se presentó en las salas de cine de Colombia a finales del año pasado. Solo vine a saber de ella los primeros días de este año cuando la vi anunciada en Netflix y curioseé un poco sus cortos, lo que hoy llaman trailer. Quedé con las ganas de verla pero no concretaba el momento, como pasa con tantas películas que se van agregando a la lista de ‘favoritas’ pero se aplaza por mucho tiempo el momento de verlas. Sin embargo, hubo algo que hizo que la espera fuera corta: escuchar una conversación que María Jimena Duzán sostiene en su podcast A Fondo con la directora de la película Laura Mora.
Entonces, me puse en la tarea de verla. Y digo me puse en la tarea porque no es una película de entretenimiento, para pasar el rato. Es una película que exige de quien la ve un compromiso, de estar atento, de aprender y de volver a caer en cuenta de las profundas deformaciones de la sociedad en que vivimos. Es una película dura de principio a fin. Pero es que esa dureza está presente en nuestra sociedad, otra cosa es que nunca la queremos ver.
Como tenía en mi mente la canción de Alfredo De La Fe, pensé que en algún momento de la película aparecería para explicar el título. No fue así. La canción exalta la cultura latinoamericana, especialmente la caribeña, y a través de su música hipnótica su letra habla de sensualidad y gozo. Nada más distante de la película, la que nos cuenta el viaje de cinco adolescentes-niños desde Medellín hasta el Bajo Cauca Antioqueño, cinco muchachos tremendamente pobres, totalmente desposeídos, ante los cuales los pobres son ricos. Caminando y con dos bicicletas emprenden el camino que los lleva a subir la montaña hasta las alturas de Yarumal y su neblina y luego bajar a la tierra caliente hasta el Río Nechí. No sé qué haya pensado la directora respecto del título, pero al final quedé con la idea de que estos cinco niños-jóvenes, totalmente pobres y en la más gélida orfandad, extraños y expulsados de las corrientes del mercado y las relaciones sociales establecidas, tienen efímeros momentos en los que cuentan con un poder y una libertad pequeñitos, pero que para ellos lo son todo y por eso se sienten los reyes del mundo.
Los cinco compañeros de viaje emprenden el camino con la ilusión de reclamar la finca de la cual expulsaron a la abuela de Ra, uno de ellos, pues por un proceso de restitución de tierras se le había reconocido el derecho sobre el predio. Pero las leyes y sus procedimientos, que para ellos son cosa de otro planeta, y la tosca y criminal realidad de la región les hacen imposible cumplir su propósito. Esa tierra prometida opera como la Ítaca de Kavafis, que si bien puede no haber nada al llegar, fue el motor que hizo posible el viaje, “Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte.”
Lo que más me impresionó de la película Los Reyes del Mundo fue ese abismo que nos separa a muchos de esa realidad de los que son completamente desposeídos, desposeídos de todo. Los más marginados. La película opera como un recordatorio de lo que nunca vemos, pero existe. También me puso de frente otra vez la indignidad de una sociedad arribista en la que muchos persiguen el ‘éxito’ y sus ‘sueños’ dejando atrás a los parias; en la que el espejismo del consumismo y la realidad virtual de una pantalla prácticamente matan al prójimo más pobre y marginal.