Hace dos semanas la Corte Penal Internacional – CPI, emitió una orden de captura contra el presidente ruso Vladimir Putin, lo cual no es poca cosa. La Corte, a través de su fiscal Karim Khan, tiene fundadas razones para considerar que Putin ha incurrido en conductas delictivas que están bajo su competencia y jurisdicción. Obviamente, Putin no será capturado, pues no hay quien lo pueda hacer, y la investigación que haga la CPI seguirá su curso sin consecuencias para el presidente ruso, por ahora.
La Corte Penal Internacional fue creada en 1998 a través de un tratado internacional al que se acogió un grupo significativo de estados, y entró en vigencia en 2002. El texto legal que le da vida  a la CPI y todo el cuerpo normativo que la hace funcionar es conocido como el Estatuto de Roma -ER, pues en esta ciudad fue redactado este código, el que se asimila a un código penal y al que rigen los principios básicos del Derecho Penal. Sin embargo, su carácter de tratado internacional le da esa  naturaleza muy particular que tiene la ley internacional, que la hace depender en buena medida de los poderes con que cuentan los estados y los actores políticos involucrados en sus normas. Un estado muy poderoso puede decidir no cumplir una decisión de una corte internacional, en cualquier orden, y las consecuencias no serán iguales a las que podría acarrear la misma decisión por parte de un país pequeño y débil. Las normas internacionales se entrelazan mucho más con el poder real que las nacionales. Es importante aclarar que la CPI actúa cuando los estados nacionales no aplican justicia por una u otra razón, y que investiga y juzga  individuos, siendo esta su gran novedad respecto a las otras normas sancionatorias del Derecho Internacional que deciden contra Estados, como por ejemplo la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El espíritu del Estatuto de la Corte Penal Internacional (Estatuto de Roma) es que no queden impunes los más graves delitos contra la humanidad.
Aunque no tenga efecto de momento, la orden de captura contra Putin ha causado un remezón en todo este entramado alrededor de la guerra en Ucrania. Es el segundo jefe de Estado en ejercicio en tener orden de captura de la CPI, siendo el primero Omar Al Bashir de Sudán en 2008. Y así nada pase por ahora, o tal vez nunca, esta orden de captura expresa una intención de una parte del mundo de castigar las crueldades de Putin. La efectividad de la medida dependerá de la realidad política interna de Rusia. Solo sería viable si Putin algún día cae en desgracia y todos sus aliados de ahora lo llegan a repudiar, si un nuevo gobierno que le sea hostil decide entregarlo.
La acusación de la CPI contra Putin es por ordenar el traslado de miles de niños ucranianos a Rusia para que sean adoptados por familias rusas y se borre así cualquier vestigio de su origen. Hitler hizo igual en la Segunda Guerra Mundial con niños checos y polacos, en su delirio por germanizar el mundo.
El traslado de los niños ucranianos cabe en el artículo 6 del Estatuto de Roma sobre Genocidio, en su literal “e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo”, y podría incluso tipificarse en el artículo 7 sobre crímenes de lesa humanidad, literal “d) Deportación o traslado forzoso de población”, siendo más específico la primera norma. Ahora bien, los delitos cometidos por Putin van mucho más allá del traslado de niños, lo cual de por sí es ya una infamia. El epicentro de su actuar delictivo está en la misma invasión a Ucrania, y que corresponde al tipo penal de agresión, estipulado en el artículo 5 del ER, literal d). ¿Por qué no se aplica en este momento? Porque entraña severas dificultades procesales y en últimas políticas.
Pero para cualquiera que vea un noticiero es obvio que los delitos son muchos, básicamente representados en las brutales acciones contra los civiles.
Esta decisión de la CPI debemos leerla dentro de los esfuerzos de la comunidad internacional, o por lo menos de una parte de ella pues países como Estados Unidos y China no han suscrito el Tratado de Roma, de traer algo de justicia a un mundo donde las crueldades de todo tipo abundan en todos los puntos cardinales.