De los 54 columnistas habituales que tiene La Patria solo unas 11 somos mujeres. Aunque hay algunas con trayectorias incluso de 20 años, para el periódico no ha sido fácil conseguir en la región mujeres que se le midan a escribir cada 15 días o cada mes. Y eso que antes la opinión era todavía más masculina, por lo que el periódico se ha dado a la tarea en los últimos años de salir a buscar más mujeres para su sección de Opinión.
Escribir necesita cierta disciplina y ese tal vez es uno de los primeros obstáculos. Pensar el tema y ponerlo en palabras es quizá más fácil para quienes ya tienen el hábito de escribir.
También se requiere tiempo, algo que, en general, las mujeres tienen mucho menos que los hombres debido al doble rol que cumplen como trabajadoras y madres, y por la carga extra de las labores del cuidado. Muestra de ello es que prácticamente ninguna mujer se le apunta a escribir cada ocho días, mientras que los hombres no tienen problema en hacerlo.
Pero quienes están solteras y no tienen hijos tampoco se salvan. Destacarse en algún campo, ser independientes y atreverse a escribir hace que, en algunos casos, las vean como demasiado autónomas para ser esposas y madres dignas de cumplir abnegadamente con las labores del hogar. Mujeres con demasiado criterio para el gusto o las capacidades de algunos hombres.
Pero la exigencia va más allá, como suele suceder siempre con las mujeres. Elizabeth Ramírez, columnista de este periódico, señala otro requisito, tener el cuero muy duro para soportar críticas que, además, suelen tocar asuntos sensibles como la apariencia física y la vida sexual o amorosa, lo que no pasa con los hombres. A ellos solemos creerles con facilidad, ¿cómo no? Son hombres, por lo tanto, saben.
Para una mujer tener una columna de opinión sigue siendo un privilegio, el de tener voz, el de pensar el mundo, el de construir una obra. Como lo señaló Adriana Villegas Botero hace poco en una charla en el Banco de la República, varias de las primeras escritoras en Colombia empezaron escribiendo, precisamente, columnas de opinión.
Una de las primeras que rompió los moldes fue Soledad Acosta de Samper, que se atrevió a escribir en el siglo XIX, cuando era impensable que una mujer opinara sobre los asuntos públicos.
Gracias a eso ahora podemos conocer, desde su perspectiva, cómo se vivía en la época de la Colonia en lo que ahora es Bogotá y lo que pensaban personas como los niños y los jóvenes, voces también ignoradas en ese tiempo.
Somos mujeres, nos van a criticar porque sí y porque no. Opinemos, escribamos. Incomodemos y sigamos ganando espacios que nos han negado toda la vida.
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Ahora que Mauricio Lizcano se lanzó oficialmente como precandidato presidencial hay que recordar que en la Institución Educativa Pensilvania los computadores que repartió el Mintic durante su gestión como ministro siguen sin servicio de internet continuo. En la columna de abril denuncié el caso y parece que en la Gobernación de Caldas, que le dio tanto despliegue mediático al asunto, ni se han dado cuenta.