Entre 1870 y 1930, como analiza María Teresa Ramírez, Colombia “tuvo un lento progreso educativo”. Apenas a mediados del siglo XX la situación empezó a mejorar con más inversión en la educación y el surgimiento de una clase media.
Tales progresos fueron desiguales en Colombia.
Hace poco pasé por la enorme edificación del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles, el cual ha sido regentado por las Religiosas Terciarias Capuchinas durante 80 años, con mucho esfuerzo, y me encontré con la noticia de que fue cerrado porque resultaba financieramente insostenible por la falta de estudiantes.
Este gran colegio es una de las víctimas de las transformaciones demográficas que está viviendo tanto Manizales como Colombia.
En otras palabras, la fecundidad ha bajado. En el año 2020, ha sido 1,6 hijos por mujer, lo cual, según los expertos, es “por debajo de la tasa de reemplazo de la población”.
Según las proyecciones de la ONU, aumentará el número de países que sentirán la disminución anual de su población. En el 2050 será de 88 países.
El Fondo Monetario Internacional afirma que “cuando se crearon las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud había siete veces más niños menores de 15 años que personas mayores de 65 años; en el 2050 estos dos grupos tendrán aproximadamente el mismo tamaño”.
La velocidad del envejecimiento varía de país en país.
Uruguay fue uno de los primeros países que inició la transición demográfica. En 1908 eran seis hijos por mujer, luego fue de tres hijos y, desde 1975 se inició un envejecimiento de la población similar a Europa.
Para el 2100 se prevé que el 30% de la población tendrá 65 años.
En Colombia, según el DANE, hubo una “reducción de 14,6% en los nacimientos durante los primeros cuatro meses del 2024 frente a los mismos meses del 2023”.
En el ámbito educativo, esto significa que más instituciones escolares y carreras universitarias tendrán que cerrarse por falta de estudiantes. Muchas universidades, que solo viven de la matrícula, tendrán cada vez más problemas.
Desde el 2017, según Meisel Roca, la matrícula en las universidades privadas se redujo y, desde el 2018, en las públicas. En consecuencia, las desigualdades regionales en la educación, según Meisel, se profundizarán.
En Caldas, según un censo realizado en el 2018, “17 municipios han perdido población, con caídas que se extienden hasta el 35,2% en el caso de San José.
Otros municipios con pérdidas importantes de población son Neira (28,1%), Manzanares (26,4%), Marulanda (26,1%), Pensilvania (25,5%) y Samaná (22,4%)”.
¿Qué significan estas cifras? A largo plazo, ¿qué pasará con el crecimiento económico regional? ¿Se discuten las estadísticas en educación de Caldas en las direcciones académicas de las licenciaturas?
¿Cuál será el futuro de la formación de los docentes si no hay alumnos? ¿Qué cambios se deben hacer en los currículos? ¿Cuáles han sido las reflexiones de las universidades -llamadas a pensar la nación, la región, los grandes problemas de la sociedad- sobre el envejecimiento de la población que puedan orientar las decisiones públicas? ¿Lo seguimos dejando “pa’ después”?