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No ha sido fácil el camino de Colombia, país al que le sigue costando encontrar un sistema en el que quepamos todos. Los 200 años de Independencia de Colombia que se conmemoran hoy, porque fue el 7 de agosto de 1819 cuando se dio la batalla definitiva en tierras boyacenses que puso en estampida de nuestro territorio al virrey Juan Sámano, que se encontraba en Bogotá a la espera del parte de victoria en favor de España, y a todos sus camarlengos. Atrás quedaba la barbarie impresa en el periodo de reconquista, encabezada por Pablo Morillo, que pasó por las armas a casi todos los independentistas criollos o españoles, entre quienes se encontraban las mentes más brillantes de estas tierras.

Continuó entonces un periodo complejo en nuestra historia, que había empezado en 1810 con el Grito de la Independencia, encontrar el modelo justo para este vasto territorio, que lo era mucho mayor entonces, y con tan poco Estado. Para algunos es una continuación de la Patria Boba y lo dicen con desdén, pero para otros fue una época en que nos estábamos inventando la mejor manera de lograr un sistema de gobierno lo suficientemente bueno para todos, pero como ya la historia nos ha mostrado la violencia le pudo a la dialéctica y el siglo XIX fue un constante guerrear y las malas decisiones nos fueron dejando del tren de la historia.

Por eso vale la pena reflexionar hoy sobre lo que ha sucedido en este tiempo, para que podamos seguir construyendo hacia adelante esta nación que tanto dolor nos causa, y también tantas emociones. Desde la Batalla de Boyacá, que siguió a la del Pantano de Vargas, ha sido nuestra responsabilidad. Al decir del escritor español Arturo Pérez Reverte, al referirse a nuestro continente: "Así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Con el detalle de que ya no pueden echarles la culpa a los españoles, porque llevan 200 años gobernándose ellos solos".

Colombia debe continuar su camino abriéndose al mundo, dejando de cometer el error de creerse superior a otros pueblos y construyendo su destino, para lo que necesita una ciudadanía orgullosa de lo que somos, ese crisol de razas del que hablan los poetas y que fortalece nuestra idiosincrasia. Debemos entender la diversidad de nuestro territorio y de nuestra gente, que somos un país de regiones y encontrarnos en una idea de futuro que tenga los ojos puestos en la educación y el emprendimiento, en lograr un paso más al desarrollo que irrigue riqueza para todos los colombianos.

Qué bueno aprovechar estos momentos para devolverle la categoría a la cátedra de historia en escuelas y colegios, para que con una narrativa moderna y atractiva aprendamos a conocer la Patria y que las nuevas generaciones puedan amarla, porque solo se ama lo que se conoce. El desdén por el pasado provoca apatías ciudadanas que terminan en desarraigos o en falta de comprensión de los procesos históricos que viven todas las naciones. El peligro de la simplificación de lo sucedido en el pasado o de examinarlos con los valores del presente genera tergiversaciones que terminan mal.

 

Pasaron muchos años para que el continente entero pudiera cantar victoria y terminar con el yugo monárquico, pero fue este día cuando empezó a consolidarse todo, el que permitió un intento de cristalizar una América unida como la que soñó Simón Bolívar, el Libertador. Durante estos 200 años, el territorio es mucho menos, seguimos divididos entre grupos ideológicos a los que les cuesta poner los intereses del país por encima de los suyos. Seremos capaces de hacerlo si nos encontramos en los mínimos como sociedad, si nos sacudimos de la idea de imponer nuestra visión a todos y privilegiamos el llegar a una ética común ciudadana que nos permita ser una mejor nación con la frente en alto, como la que soñamos al independizarnos.