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Unos 1.500 millones de dólares (cerca de 5,7 billones de pesos colombianos) fueron comprometidos el pasado jueves, durante la Conferencia Internacional de Donantes en Solidaridad con los Refugiados y Migrantes Venezolanos, organizada por Canadá, con el respaldo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Unos $3,5 billones serán donaciones directas y otros $2,2 billones créditos.

En el encuentro, realizado de manera virtual, participaron 46 países, además de instituciones como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La idea es que esos dineros puedan llegar a los países de mayor acogida e impactar de manera favorable a los cerca de 5,6 millones de desplazados por el régimen de Nicolás Maduro. Es un ejercicio de solidaridad internacional que vale la pena destacar.

En el caso de Colombia, que es el país con el mayor impacto de migración venezolana en el mundo, debido a su extensa y porosa frontera, está el compromiso de conceder un estatus de protección temporal a 1,8 millones de migrantes, quienes empezarán a recibir en diciembre las primeras tarjetas con reconocimiento biométrico, según el compromiso asumido por el presidente Iván Duque en esa reunión. Para agosto del 2022 deben tenerse todos los registros.

Otros países como Perú, Ecuador, República Dominicana y Estados Unidos ofrecieron medidas similares. También hay seis países adicionales en el aporte de fondos. Hay que destacar que en esta ocasión los recursos comprometidos se duplicaron, ya que el año pasado fueron solo $2,4 billones en total (unos 650 millones de dólares). Esta vez fue mayor el compromiso estadounidense con el aporte más elevado, de 400 millones de dólares, seguido por la Unión Europea con 160 millones de dólares y Canadá con cerca de 100 millones.

La verdad es que es enorme el peso de recibir miles de migrantes del vecino país cada mes, cuando los recursos oficiales se han visto menguados por la pandemia; la economía colombiana tuvo una caída dramática (-6,8%) el año pasado. A pesar de eso, los venezolanos han sido bien acogidos, en general, en nuestro país, donde han podido acceder al sistema educativo y de salud, y con el plan regulatorio empiezan a ser parte del mercado laboral legal.

Lo complicado es que la diáspora continúa y cada vez serán necesarios más recursos y estrategias que ayuden a paliar la situación, no solo de los migrantes, sino de países de acogida como Colombia, que tienen además retos sociales enormes para atender de mejor manera a sus nacionales.

Ahora bien, hay que insistir en la búsqueda de una salida democrática para Venezuela si se quiere resolver de fondo la situación. En ese sentido es fundamental hacer nuevos intentos diplomáticos ante el gobierno chavista, e incluso buscar la cooperación de Rusia y China para que se establezcan conversaciones que lleven a procesos electorales transparentes, en los que los opositores cuenten con las mínimas garantías para su participación.